Además de rezar a diario, “todos necesitamos orar, entendido como una forma de ‘hablar y dialogar con Dios’. Y para ello, ‘no se necesitan palabras’, pues ‘basta con ponerse en la presencia de Dios, sentirse amado y amarlo’.
De este modo lo sintetizan María del Rosario Álvarez y Emma Rojas, coordinadoras de los Talleres de Oración y Vida en México, quienes en el marco de las conferencias que organiza la Arquidiócesis de México con motivo del Mes de la Familia, brindaron luces acerca de cómo hacer oración en la familia para alcanzar armonía y un hogar feliz.
Citando al padre Ignacio Larrañaga, quien fundó este esquema como una forma de evangelización, Álvarez explica que “orar no consiste en una reflexión intelectual, sino en elevar a Dios la mente, la atención y la emoción”, para “entrar en comunicación efectiva” con Él.
No obstante, recordó que les resulta difícil aplicarlo a muchos porque encuentran diversos impedimentos, entre los cuales citó la falta de tiempo o de conocimiento, el sentir que no se escucha a Dios; así como creer que no se es digno.
De igual manera, sostuvo que hay formas de superarlo para alcanzar una vida de oración, algo que exige esfuerzo, constancia y dedicación.
En cuanto a las razones para animarse a impulsar la oración en familia, citó:
Para comenzar el camino de oración en familia es necesario conocer a Dios, y para ello, sostiene la coordinadora: “Debo conocerme a mí mismo”. En segundo lugar, “es necesario vaciarse de lo interior y aceptarse a sí mismo”.
Así, se busca seguir el modelo de vida de Jesús. Porque “para devolver bien por mal es necesario que se instale Jesucristo en nuestro interior con su fuerza de amor”.
Cuando esto ocurre, “los aferrados a Cristo pueden callar y responder al grito con el silencio, evitar tomar represalias, poner el perdón donde se exigía violencia, y amor donde reinaba el egoísmo”.
Este armamento del alma resulta igualmente útil para responder con eficacia a los “impulsos espontáneos del corazón” que suelen aparecer en la familia, los cuales pueden escalar desde una pequeña pelea hasta episodios de violencia:
“Pregúntese: ¿qué haría Jesús en mi lugar? ¿Qué haría Él? ¿Cómo actuaría?”.
“Recuerde que Jesús devolvió bien por mal, que Él supo guardar silencio ante los jueces. Recuerde también con qué delicadeza trató al traidor y cómo perdonó y fue compasivo”.
En lo que respecta a la oración, se debe enfocar el pensamiento en el hecho de que Dios es padre y madre. Jesús la hacía como hijo en una entrega confiada a Dios. Por eso, en el padrenuestro aparece patente el vínculo paternal en el que Dios actúa como un padre que nos ama.
Además, “si se vive de forma profunda, a los demás se les antojará tener también una vida de oración”.
María del Rosario Álvarez explica que debemos fijarnos en la Sagrada Familia y seguir su ejemplo, porque “Jesús vivió las bienaventuranzas”, y parte de su estilo de vida se labró en el hogar en la Sagrada Familia.
En efecto, la Virgen María “siempre aparece con las características del sermón de la montaña: paciencia, humildad, misericordia, fortaleza”. Y nosotros “somos de alguna manera lo que fue nuestra madre en cuanto a ideales, convicciones y estilo de vida”.
Jesús tenía como modelo a su madre. Por ello, Jesús en la montaña delinea la figura espiritual de su mamá. De hecho, argumenta Álvarez, “en las páginas del evangelio es posible vislumbrar un impresionante paralelismo entre la espiritualidad de Jesús y la de su madre”.
Por su parte, Emma Rojas detalló que existen diferentes formas de oración, uno de los cuales es conocido como la modalidad de lectura rezada. En tal sentido, explicó que se debe comenzar con un silenciamiento.
“Se realizan algunos ejercicios de preparación para soltar las tensiones, adquirir serenidad y lograr un clima interior adecuado, esto con la finalidad de acoger el misterio infinito de Dios y adorarlo”, dijo.
Las personas deben “sentarse, ponerse en una posición cómoda, con los ojos cerrados o entreabiertos; se toma una respiración profunda, se suelta el cuerpo, se relajan los pies, las piernas, las manos, los brazos, y se respira suavemente”.
Posteriormente, se puede rezar y meditar la siguiente oración:
Señor, Jesús, Tú viviste en una familia feliz.
Haz de esta casa una morada de tu presencia,
un hogar cálido y dichoso.
Venga la tranquilidad a todos sus miembros,
la serenidad a nuestros nervios.
el control a nuestra lenguas,
la salud a nuestros cuerpos.
Que los hijos sean y se sientan amados
y se alejen de ellos para siempre
la ingratitud y el egoísmo.
Inunda, Señor, el corazón de los padres
de paciencia y comprensión,
y de una generosidad sin límites.
Extiende, Señor Dios, un toldo de amor
para cobijar y refrescar, calentar y madurar
a todos los hijos de la casa.
Danos el pan de cada día,
y aleja de nuestra casa
el afán de exhibir, brillar y aparecer,
líbranos de las vanidades mundanas
y de las ambiciones que inquietan y roban la paz.
Que la alegría brille en los ojos,
la confianza abra todas las puertas,
la dicha resplandezca como un sol;
sea la paz la reina de este hogar
y la unidad su sólido entramado.
Te lo pedimos a Ti que fuiste un hijo feliz
en el hogar de Nazaret junto a tu madre, la Virgen María, y san José. Amén.
Por último, se necesitar “dejar que esas palabras resuenen en nuestro corazón”.
La conferencia hace parte de un ciclo de charlas coordinadas por la Arquidiócesis de México, en línea con el pedido del Papa Francisco de que 2024 sea un año de oración por la familia.
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