En el corazón de la democracia (2)
A los políticos se les llena la boca con la palabra “participación”. Pero a la hora de gobernar, la olvidan selectivamente
(Segunda y última parte)
En el artículo anterior describía que, con motivo de su breve visita del Papa Francisco a Trieste para clausurar la 50ª Semana Social de los católicos de Italia, el diario Il Piccolo junto con la Librería Editorial Vaticana editaron una antología de mensajes y discursos del pontífice titulada: En el corazón de la democracia.
En el prólogo el Papa expone su visión de la democracia como una forma de gobierno en el que se discuten juntos los problemas que a todos nos afectan, resaltando aquello que repitió mil veces durante la pandemia: que en una comunidad humana (el subrayado es mío) nadie se salva a sí mismo: el ser humano está, estructuralmente, abierto al “otro”, necesita del “otro” para salir adelante, para vivir.
¿Cuál es el corazón de la democracia? Francisco lo resume: “Juntos es mejor porque solos es peor. Juntos es bueno porque solos es triste. Juntos significa que uno más uno no son dos, sino tres, porque la participación y la cooperación crean lo que los economistas llaman valor añadido, es decir, ese sentido positivo y casi concreto de la solidaridad que surge de compartir y planear, por ejemplo en el ámbito público cuestiones sobre las que existe convergencia.”
A los políticos se les llena la boca con la palabra “participación”. Pero a la hora de gobernar, la olvidan selectivamente.
En el corazón de la democracia está el verbo “participar”. Yo-tú-él-nosotros participamos. Y eso significa arriesgar. Arriesgarse como gobierno a ser cuestionado, apoyado, a veces sorprendido, y por parte del pueblo a proponer, a echar la mano, a fijarse el ideal supremo de qué es lo mejor para todos y no solo para mí. Sumar. Y que la suma sea como aquel niño que apenas aprendía los números y que, en su inocencia, con sus deditos, contaba: “Uno, dos, tres, cuatro … muchos”.
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