Dos maneras
Escuchar compasivamente es el primer paso de la armonía. Dejamos de ser enemigos y comenzamos a ser amigos
Me trae a mal traer la extensa polarización que desde tribunas diferentes nos encasillan a los ciudadanos en “derechas” e “izquierdas”. ¿Quién, en su sano juicio, puede definir qué es eso de estar a la derecha o estar a la izquierda? ¿De qué estamos hablando cuando nos situamos (o nos sitúan) a la derecha y de qué a la izquierda?
En su excelente texto sobre ensayos y ensayistas (Por la tangente, Taurus, 2020), Jesús Silva-Herzog Márquez recuerda la célebre frase de Ortega y Gasset en la tercera entrega de El Espectador: ser de izquierda o de derecha es “una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil.”
Con mucho tino, Silva-Herzog intituló el capítulo de su libro que contiene esta frase como “Armonía de lo antagónico”. Justamente lo que no puede llegar a hacer quien se define de derecha o de izquierda: coincidir en algún punto con el contrario. La postura del otro es enemiga de la mía. Por lo tanto, él es mi enemigo.
En México hemos padecido esa imbecilidad de una manera extraordinaria, lo cual nos ha llevado –de nuevo Ortega y Gasset—a un “politicismo integral”, es decir, a la sumisión de todos los aspectos de la vida a nuestra “postura política”. No solo en la prensa –lo cual podría ser justificable–, sino en la tertulia, en el café, en la escuela, en la oficina, en el seno de la familia y, desde luego, en las redes sociales, espejo de todas las imbecilidades y de todos los desparpajos de la razón descontextualizada; la razón que no da razones, la razón del poder (Eduardo Nicol).
En toda esta danza macabra eliminamos lo que el Papa Francisco pedía encarecidamente a los comunicadores y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: “la escucha del corazón”. Escuchar compasivamente es el primer paso de la armonía. Dejamos de ser enemigos y comenzamos a ser amigos. ¡Cuánta falta nos hace despolitizarnos, deshacernos de etiquetas para poder practicar –de nuevo el Papa Francisco—la amistad social!
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