Reinsentar, no descartar

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Reinsentar, no descartar

La justicia no se reduce a castigo: debe abrir camino a la rehabilitación, la esperanza y la reinserción, porque la verdadera seguridad se construye acompañando y reinsertando vidas, no descartándolas.

20 septiembre, 2025
Reinsentar, no descartar
El Jubileo 2025 recuerda que la esperanza también pasa por los barrotes y abre caminos de reinserción. Foto: Especial

Se trata de justicia que rehabilita. La cárcel no puede ser un depósito de descartados; debe ser un puente de regreso a la comunidad. El Evangelio lo dice con una claridad que no caduca: “estuve en la cárcel y me visitaron” (Mt 25,36).

El Jubileo 2025 ha ofrecido un gesto que nadie había visto antes: el Papa Francisco abrió una Puerta Santa en la cárcel de Rebibbia (Roma). Nunca había ocurrido. Con ello, el Papa quiso que el signo de la misericordia pasara también por los barrotes: la esperanza tiene llave.

Al proclamar el Año Santo 2025 bajo el lema ‘La esperanza no defrauda’, también pidió caminos concretos de perdón, amnistía y reinserción, recordando la cercanía de la Iglesia con quienes viven privados de libertad.

Ese signo interpela a México. Los datos hablan de una urgencia moral y pública. Al cierre de 2024 había 236,773 personas privadas de la libertad en el país, de las cuales, el 35.7% de hombres presos y el 46.3% de las mujeres no tienen sentencia.

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Además, es conocida por los medios de comunicación la sobrepoblación que sufren varios centros de reclusión. Ninguno de esos factores mejora la seguridad si no va acompañado de procesos ágiles, medidas alternativas bien usadas y programas de reinserción verificables.

La Doctrina Social de la Iglesia nos señala que la pena no se reduce a castigo; debe abrir camino a la responsabilidad, rehabilitación y restauración. Y la comunidad tiene la responsabilidad insustituible de acompañar. La visita, la escucha, el estudio, el trabajo dentro y fuera del penal, la atención a la salud mental y las redes de apoyo postpenal son también política de paz.

¿Qué significa esto en concreto para la Ciudad de México y el país? Primero, defensoría y debido proceso desde el día uno y con ello reducir el embudo de personas sin sentencia. Segundo, educación y certificación laboral intramuros con equivalencias reales en el mercado. Tercero, salud mental y adicciones con continuidad extra muros.

Cuarto, empleabilidad: incentivos a empresas que contraten egresados, programas de “segunda oportunidad” con mentoría. Son algunas medidas probadas que bajan reincidencia y devuelven el horizonte a las personas y sus familias.

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Este miércoles 24 de septiembre, a propósito de la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, todos los que desde la Iglesia trabajan dentro de las cárceles en Ciudad de México, Edomex y Morelos vivirán su jubileo en la Catedral Metropolitana, en una fecha muy significativa, pues justo el carisma de la orden de los mercedarios es la redención liberadora, el acompañar a todos los Cristos sufrientes que habitan en las cárceles.

Junto a ellos, estarán otros movimientos como Cofraternidad Carcelaria, una asociación civil con presencia a nivel mundial que evangeliza en los centros preventivos, Grupo Emaús que organiza retiros en las cárceles, y Reach, un apostolado integrado por estudiantes y personal de la red de Universidades Anáhuac que realiza misiones carcelarias.

Todos ellos convocados por la Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de México, que brinda acompañamiento asistencial, acerca los sacramentos, y principalmente presenta la persona de Jesús a las personas privadas de la libertad a través de talleres, retiros, convivencias y conferencias.

El Año Santo de la Esperanza nos dice que la misericordia no es ingenuidad, es política del bien común. Abrir una Puerta Santa en una cárcel no abroga la ley, lo que hace es pedir que la vida se proteja, se repare y no se clausure.

Trabajar por y con personas privadas de libertad no relativiza el daño; evita que el daño se perpetúe. La seguridad verdadera se construye reinsertando vidas, no descartándolas.



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