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COLUMNA

Ángelus Dominical

Angelus Dominical: obras de misericordia

Las obras de misericordia se entienden mejor cuando no estás en tu sitio, cuando andas lejos de casa, cuando llegas a lugar que no conoces.

10 febrero, 2019
Angelus Dominical: obras de misericordia
Angelus Dominical.

Con la ventaja de escribir mientras estoy viajando (CDMX Taxqueña-Iguala, 13:30 hrs.), y no precisamente por placer sino respondiendo a circunstancias que no llegan a la emergencia, me uno así a viajeros, traileros, migrantes, desplazados, vagabundos, turistas, astronautas, peregrinos, exploradores, errabundos y caminantes del entorno inmediato y lejano; ¡todos! y que nadie se excluya…

APENAS AMANECE y los pies se sintonizan con el movimiento necesario, cotidiano, el-de-siempre; y aún cuando no vayamos más allá del hogar y del ambiente de trabajo, jamás de los jamaces nos estacionamos en qué sitio para ya no avanzar: estar vivo es estar en movimiento, en desplazamiento, de aquí para allá, del tingo al tango…

SI POR NECESIDAD o por mero placer alguien se desplaza, eso constituye –automáticamente- una oportunidad de conocimiento, de crecimiento, de descubrimiento; aunque hagas el viaje habitual, aunque recorras el mismo camino y ya te lo sepas de memoria, siempre habrá la posibilidad de encontrar -¡o generar!- algo nuevo…

DESDE LA PRIMER página de cualquiera de los cuatro evangelios, veo a Jesús que va de un lado a otro, que viene desde la gloria del Padre y “pone su morada entre nosotros”, que va de Belén a Egipto, de Nazaret a Jerusalén, que lo mismo llega a Jericó o entra en Cafarnaum: somos errantes por genética, por vocación, por misión, por necesidad, por lo que sea…

HAY QUIENES DEBEN observar reposo (los enfermos), hay quienes -privados de su libertad- están en reclusión, hay quienes han optado por la vida en la clausura del convento y están más para echar raíces que para andar de paseantes, también hay quienes deciden no salir del rancho, de su pueblo, de su pequeño mundo que han transformado en su cosmos absoluto…

Y AÚN CUANDO NO HAYA desplazamiento físico, es a través de la lectura y el estudio, o por el diálogo y la comunicación, que los hombres van y vienen a lugares remotos, que viajan sin salir de su domicilio, que conocen el mundo mucho más y mejor que los que andan “de pata de perro”; uno de ellos fue –si la memoria no me falla- Emmanuel Kant (1724-1804), filósofo de hueso colorado que jamás dejó su ciudad natal (Konigsberg) y conocía París mucho mejor que la palma de su mano (que luego ni la conocemos, por cierto)…

UNA MONJA ESPAÑOLA del siglo XVII (1602-1665), aún siendo de la más estricta clausura visitaba por bilocación a los indios de Nuevo México: se les presentaba para evangelizarlos, así que cuando llegaron los primeros misioneros franciscanos, aquellos aborígenes ya estaban preparados para el bautismo; ¿su nombre?, Sor María de Jesús de Ágreda, de quien hablaremos en otra ocasión…

YO CONTINÚO EN MI VIAJE y entre cerros y curvas aparece el Popocatépetl y el Valle de Cuernavaca, y aprovecho para hacer un mini-viaje hacia mis recuerdos y mis querencias de antaño y hogaño: Cacahuamilpa, Taxco, Tehuiztla, Xochicalco, Temixco, Cuautla-Tepexco-Izúcar, y tantos otro puntos intermedios en donde la vida no ha dejado de enseñarme a vivir…

OÍ UNA ENTREVISTA a Yalitza Aparicio (que desde su pueblo y raza mixteca fue lanzada hasta Holywood por la película “Roma”) y dijo sin más: “Que levante la mano quien no haya sido migrante de algún modo, quien no se haya desplazado por cualquier motivo más allá de su lugar de origen”; por supuesto que le invade la razón y sobran argumentos para silenciar a quien quiera levantar muros denigrantes o llenar el mundo de cárceles domésticas…

EN EL ANTIGUO Testamento (Dt 10, 19) hay una frase imperativa para el pueblo de Israel y de ahí para todos los que pisamos este mundo: “Ama al forastero, pues tú mismo fuiste forastero en Egipto”, y ni para qué decir que las obras de misericordia (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino) se entienden mejor cuando no estás en tu sitio, cuando andas lejos de casa, cuando llegas a lugar que no conoces…

SI ACASO TE DETIENES que sea para revisar la ruta, para distinguir mejor el horizonte, para redescubrir la meta, porque estacionarse y entumecerse no es humano (eso déjaselo a las momias), así que no te anquiloses en prejuicios, en tradiciones huecas y sin sentido, en esquemas rancios, en rencores enfermizos, en desconfianzas neuróticas, en críticas hepatíticas (no, no se dice así, pero eso es tan feo que ni para qué buscar escribirlo bien); camina, avanza, acude, ¡muévete!, que nuestro destino es el cielo (y yo apenas voy llegando a Iguala)…