Testimonio: ¡Dios me llamó por una apuesta!
Hola, mi nombre es Carlos Herrera Holguín, nací en Ciudad Juárez, Chihuahua. Soy norteño. Mis padres: San Juana Holguín y Jesús Herrera, gozan ya de la Gloria del Señor. Crecí en un ambiente religioso, mi infancia fue muy feliz; soy el menor de 13 hermanos (12 hombres y una mujer), por lo que fui un […]
Hola, mi nombre es Carlos Herrera Holguín, nací en Ciudad Juárez, Chihuahua. Soy norteño. Mis padres: San Juana Holguín y Jesús Herrera, gozan ya de la Gloria del Señor.
Crecí en un ambiente religioso, mi infancia fue muy feliz; soy el menor de 13 hermanos (12 hombres y una mujer), por lo que fui un niño seguro y cuidado por todos. ¡Dios me llamó por una apuesta! Así es, aunque no lo creas: participaba yo en el coro de mi parroquia, cuando un amigo me pidió que lo acompañara para llevarlo a un retiro espiritual al Seminario; era el pre-seminario, así que le pedí a mi novia que me acompañara; cuando llegamos, aquél amigo se arrepintió y no quiso quedarse. Le dije: “Oye, ¡tienes que quedarte!, ¿acaso no tienes palabra?” Asustado, me dijo: “Sí, pero me da miedo”. Quise convencerlo de muchas formas, y al final me dijo; “Si tanto insistes, ¿por qué no te quedas tú?” Y retándolo, le dije: “¿Cuánto apuesta a que sí me quedo?” Contestó: “Lo que quieras”. En ese momento recordé que él tenía una bicicleta de montaña que a mí siempre me había gustado mucho, y le dije: “¡te apuesto tu bici de montaña!” Él aceptó. Me quedé en aquel retiro únicamente por ganarle la apuesta. Mi novia me miraba sorprendida; sólo le dije: “es una apuesta, no te preocupes”.
Fue en ese retiro donde descubrí que Dios quería algo de mí, pues en el transcurso algo pasó, que todo fue cambiando; al final, para las entrevistas con los formadores, me dijeron que había sido aceptado, y que si era mi deseo, podía ingresar.
Así comenzó la aventura de seguir al Señor. Tres años más tarde falleció mi padre, y tuve que abandonar el Seminario, pues alguien tenía que hacerse cargo de mi madre, que ya era anciana y estaba enferma. Ella fue llamada a la Casa del Padre en el 2008.
Casi 20 años después, el Señor volvió a encender la llama de la vocación, por lo que tomé la decisión de venir a la Ciudad de México con la finalidad de encontrar una comunidad religiosa, a fin de cumplir el deseo de responderle a Dios.
Estando en la comunidad, me diagnosticaron cáncer de páncreas, por lo que ya no pude continuar ahí, y después de ganarle la batalla a la enfermedad, ingresé al Seminario Conciliar de México, donde actualmente estudio el tercer año de Teología. Ahora me encuentro sano y terminando los últimos años de formación.
El camino ha sido duro, pero la recompensa, la alegría y la satisfacción del llamado de Dios, no lo cambio por nada.