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COLUMNA

Ángelus Dominical

Angelus dominical: La lluvia que renueva y limpia

Cuida el agua, ¡bebe agua!, que junto con el sol y el aire son la mejor medicina para muchos males cotidianos...

30 junio, 2019
Angelus dominical: La lluvia que renueva y limpia
Angelus Dominical.

HACE MUUUUCHOS AÑOS, cuando yo era más cursi de lo muuucho que sigo siendo, me dio por escribir lo siguiente (¡espera un poco!, por favor respira hondo, ponte en posición poética y continúa leyendo): “Hoy que ya es tarde/ llueve en mi cara/ mientras yo pienso en ti;/ cada gota de angustia/ se agolpa a mi ser/ sembrando emoción;/ y humedecen los campos tan amplios de mis sentimientos/ tan solo para atormentarme/ en el triste recuerdo/ de aquel amor”

… QUIERO SUBRAYAR CUATRO palabras (llueve, gota, sembrando, y humedecen) y con ellas me engancho al tiempo de aguas, al campo trabajado, a la fertilidad de la tierra, a las milpas y bosques, a huertas y jardines de todo tipo, a la vida que reverdece, al hervor tropical y a la frescura de la montaña…

Y SALTAN A LA MEMORIA aquellos versos del profeta Isaías (55, 10-11): “Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelven allá sin antes regar la tierra, haciéndola producir y germinar dando semilla al sembrador y pan al que come, así será la Palabra que sale de mi boca, no volverá a Mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié”…

SÍ, QUE LLUEVA, que llueva, ¡la Virgen de la Cueva!; que siga lloviendo para que siga yo viendo –y tú también- que la sequía tiene solución, que el hambre se puede aliviar con trabajo y distribución, que los cielos que hemos contaminado se pueden lavar, que los lagos y ríos que hemos empuercado pueden limpiarse, que la sociedad tan chamagosa que hemos construido puede remediarse, que la mugre y suciedad no es lo definitivo, que llueva,/ que llueva/ (pero lee cantadito, ¡por-fa!), que al fin ya nos mojamos;/ que llueva,/ que llueva,/ que al fin me secaré…

PONTE MUY ABUSADO, y saca en conclusión que las lluvias son buenas y han de suceder, y entonces no te pongas por donde ha de correr el agua y mantén limpios cauces, desagÜes y coladeras (mira: hasta la “u” se puso mayúscula como para que el caño quede más libre); evita provocar o tolerar charcos, inundaciones o lodazales: ¡deja que el agua corra si debe correr, o que se estacione debidamente si se ha de conservar!…

ALLÁ EN EL SUR de América está el desierto de Atacama, el lugar más seco y árido del mundo; tan solo imagina que si en el desierto del Sahara llega a reunirse por lluvia o por humedad relativa (aire húmedo) el equivalente a un litro de agua, en el Atacama apenas puede reunirse una -¡solo una!- gota de agua; no obstante, en ese mismo lugar con la poca humedad que llega a darse también se renueva la vida, resurgen bacterias, virus y hasta flores e insectos…

POR EL CONTRARIO, en India se encuentra el lugar más lluvioso del planeta, el pueblo de Mawsynram, en donde no deja de llover casi todo el año, de manera que si seguimos teniendo como comparación al desierto del Sahara (un litro de agua), diremos que allá se llegan a juntar algo así como un titipuchal enorme y triple -pero multiplicado por 8- de litros de agua (pido una disculpa: no logro encontrar el equivalente, pero si digo 10 mil litros tal vez hasta me quedo corto)…

YA CASI EMPIEZA a llover y se me antoja salir a mojarme, como para que la lluvia me recuerde el bautismo, como para que el agua del cielo lave mis pecados, como para que el chipi-chipi o el torrencial me renueve y reverdezca a pesar de mis arrugas, como para que el agua me recuerde la visión de Ezequiel (47, 1-12) y no me hunda en el pesimismo ni deje de confiar en Dios…

Y HABIENDO LLOVIDO, y habiendo yo visto –una vez más- la gran bendición del Buen Padre Dios que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5, 45), seguro que me animaré a no desistir, a no mandar todo a volar, a no quedarme ni sediento, ni mugroso, ni seco, a buscarle el modo para que la Palabra de Dios descienda y haga germinar y florecer nuestras arideces, y que su Agua Viva (Jn 7, 37-38) nos provoque el manantial interior que nos hace falta…

TERMINO Y TE PIDO que cuides el agua (ni la desperdicies, ni la riegues, ni la ensucies), y que te cuides del agua (ni te resfríes, ni te inundes, ni te ahogues), por lo demás: disfruta el agua, vive el agua, comparte el agua, cuida el agua, ¡bebe agua!, que junto con el sol y el aire son la mejor medicina para muchos males cotidianos…