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COLUMNA

Ángelus Dominical

Angelus dominical: Somos dueños de nuestro silencio

¡Cuánta falta nos hace comunicarnos con llaneza y sencillez, sin hacer largos los cuentos ni intrincadas las historias!

7 julio, 2019
Angelus dominical: Somos dueños de nuestro silencio
Angelus Dominical.

POR MÁS QUE QUIERO ponerme serio (¡lo lograré!) no me aguanto las ganas de mencionar que a aquel Fulanito le apodaban “El Automático”, y la razón era tan obvia como sencilla: cada vez que abría la boca, metía la pata…

HAZ TODO EL ESFUERZO, amable lector, por ponerte también serio y yo espero que no te hayas adelantado en aplicar este mote absolutamente a nadie, aunque -a decir verdad, y no solo por cuestiones de tecnología o comodidad- se antoja pensar que ya nadie es “estándar”, sino que todos somos “automáticos”…

SI DESDE AQUÍ PIDO que levante la mano aquel que nunca jamás de los jamases se haya equivocado al aseverar un juicio, si solicito que ponga su índice en alto quien por nadita del mundo haya dicho impertinencia alguna, que de su boca nunca haya salido mayúsculo error o haya pronunciado burrada alguna, pues ciertamente serían los mudos quienes se atrevan a levantar la mano y no más; pero no les preguntemos por lo que habrán expresado en lenguaje de señas, que tal vez preferirán pasar por mancos…

HAY QUIENES -MUY ILUSOS- se afanan en vivir en una cápsula de autorreferencialidad, se autojustifican y autoconvencen de la verdad y tino de sus afirmaciones, buscan rodearse de paleros y comparsas para recibir su dotación suficiente (y si es abundante, no hay problema) de aplausos y aprobaciones, si acaso dicen lo que no quisieron decir, luego podrán desdecirse y clarificar lo que sí quisieron decir: meten la pata de continuo porque no saben cerrar la boca en su oportunidad…

TÚ Y YO Y TODOS hemos de comunicarnos continuamente y sin duda ponemos atención a lo que decimos, no tenemos micrófonos ni cámaras y nuestra palabra no va más allá de un círculo estrecho y concreto, así que no tendremos tanto problema; el asunto comienza a ser más complejo cuando somos personajes públicos, cuando hay muchos que dependen de nuestra palabra; sin llegar a tanta precisión diremos que si eres pequeño, tu error será pequeño; pero si eres grande, tu error es grande…

MUY SABIA Y EXPERTA es la Iglesia, que al celebrar la Eucaristía siempre inicia con un acto penitencial, en donde suplica el perdón de Dios reconociendo  su situación pecadora; y habría que repetir tal gesto en lo doméstico y particular, pues si olvidamos el riesgo y fragilidad a que siempre estamos expuestos, corremos el peligroso y soberbio riesgo de pensar que no nos equivocamos, de autojustificar la propia equivocación…

EL FAMOSO DICHO dicta que “es de sabios cambiar de opinión”, y ahí se incluye la posibilidad de mejorar la perspectiva, de haber obtenido mejores y más precisos datos, de haber conocido la experiencia de los mayores, de haber dialogado con los conocedores, de haber incluido otros puntos de vista; el necio -lamentablemente- se cerrará en su propia soberbia, se perderá en sus propios vericuetos, se ahogará en su vasito de agua…

COMO UNA HERRAMIENTA básica, echemos mano del sentido común, de la lógica elemental, de la experiencia doméstica, del consejo de la abuela, del remedio casero, de la perspectiva inmediata; pero jamás nos quedemos con la pretensión de saberlo todo (qué tontos seríamos), de poderlo todo (qué ilusos seríamos), de tener la más lúcida y prístina idea (qué fantasía tan superficial), de considerar que somos depositarios de la verdad más necesaria y del criterio más indispensable (¿recuerdas qué hacía Nerón o Hitler?, ¿recuerdas el “espejito, espejito” del cuento de Blanca Nieves?)…

TAL PARECE QUE Esopo (célebre por su fábulas) era físicamente feo como patada de mula, pero la belleza y enseñanza de sus relatos han cruzado los siglos e iluminado a generaciones; pues parece que Esopo -reescrito por Jean de la Fontaine en el siglo XVII- relata que aquel cuervo presumido e iluso abrió el pico para cantar cuando la zorra le propinó un absurdo halago: ¡Qué precioso es tu canto!, eso fue suficiente para que el cuervo diera cauce a su vanidad y queriendo cantar perdiera el racimo de uvas que llevaba en el pico; muy automático el tal cuervo, y muy astuta la zorra…

RETOMO EL TEXTO del Evangelio (Mt 5, 37) en donde Jesús invita a hablar con claridad y honestidad: “Que tu sí sea sí, y tu no sea un no, que lo demás viene del demonio”; ¡cuánta falta nos hace comunicarnos con llaneza y sencillez, sin hacer largos los cuentos ni intrincadas las historias!, ¡cuánto ganaríamos si nos ejercitamos en esquemas de diálogo prácticos y constructivos!, ¡mucho avanzaríamos si los acuerdos internacionales, así como los tratos entre amigos o familiares conservaran la frescura de la transparencia y la fuerza de la lealtad!…

SUCEDÍA QUE MÁS de una vez -siendo alumnos de filosofía- abríamos la boca para decir alguna barbaridad y el profesor encogía los hombros y sin más nos dejaba con una respuesta implícita y decía con sarcasmo perdonable: “Perdiste la oportunidad de callar”…

EN LOS ÚLTIMOS DÍAS y a lo largo de tooooda la historia, tanto en la CdMx como en el ancho mundo, se han dicho y se seguirán diciendo multitud de palabras, y no acabaremos de callarnos, así que la súplica es por esta única ocasión pero quiere ser permanente: pongamos más cuidado en lo que decimos -y también en lo que callamos- pues sigue siendo válido el refrán: Somos dueños de nuestro silencio y nos hacemos esclavos de nuestras palabras…