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Angelus dominical: Medicina para el alma

14 junio, 2020
Angelus dominical: Medicina para el alma
Angelus Dominical.

RESOLVÍ COMENTAR el enojo y coraje que me invadió hace un rato, pero ya se me olvidó la causa de mi furia (¿tan rápido?); yo sé que todavía no me pesca el Alzheimer, y sé que había motivo suficiente para enojarme, pero han aparecido pendientes y situaciones variados y múltiples, que de plano desplazaron mi molestia…

ESTUVE PLATICANDO con un galeno sobre los medicamentos y terapias que se aplican a variedad de enfermedades: antibióticos, antivirales, mucolíticos, antipiréticos, analgésicos, antihistamínicos, y otros; cada uno con una acción específica y/o general, cada uno con sus ventajas y riesgos, cada uno va provocando una respuesta en el organismo y cada organismo puede ir respondiendo de manera distinta a los fármacos…

MÁS ALLÁ DE QUÍMICOS y substancias que favorecen la salud del cuerpo, yo me enfoqué a comentar que necesitamos sanar también el alma, pues la armazón que somos (no sólo huesos y músculos, sino también sentimientos y afectos) siempre se ve alterada integralmente cuando aparece la enfermedad…

ME HA SUCEDIDO lo mismo que vimos en una enfermera hace algunas semanas, que con su canto y calidez ayudó al enfermo a encontrar serenidad y entonces los medicamentos químicos van resultado más efectivos; más que ser magia o truco, yo veo y creo que cuando nos disponemos anímicamente a sanar, el cuerpo también se acomoda, y cuando nos ponemos reticentes y rejegos, pues el cuerpo también se achicopala y/o encabrita…

SUAVE Y EFECTIVA MEDICINA para el alma es constatar que somos queridos y aceptados, que hay alguien que ve por nosotros sin interés mezquino; sabrosa terapia darnos cuenta -con madurez y equilibrio- que hay un motivo para sanar pues alguien nos espera; como un agradable linimento para el alma el apapacho afectivo de quien nos ama y lo manifiesta sin doblez o trampa, porque…

LUEGO SUCEDE QUE nos hacemos los indispensables y ya se fregó el asunto; o comenzamos de sospechosistas y las dudas surgen como salpullido, vemos algún cansancio o fatiga en quien nos atiende y ya nos brota la exigencia petulante y ofensiva; sentimos que somos molestos y nos victimizamos…

¡QUÉ MARAÑA Y CONFUSIÓN llegamos a constituirnos cuando la enfermedad avanza y la curación se aleja!; ¡qué complicados somos los seres humanos y que inhumanos nos volvemos cuando somos seres enfermos!; por lo pronto y a reserva de lo que llegue a suceder, pues quiero prevenir en carne propia: si me enfermo, por favor téngame paciencia…

¡QUÉ CONTRASTE SUCEDE!, pues al que sufre algún padecimiento se le llama “paciente” y la “verdà” -así decía mi abue- es que resultamos muuuuy impacientes; y no es para menos, pues el dolor o la fatiga corporal anejas a cualquier enfermedad ¡por supuesto que nos afectan también el ánimo y el alma!…

HACE COMO 20 AÑOS me ví imposibilitado para caminar (y no te contaré qué sucedió) y sin más me dije a-mí-mismo-merito-yo: “Estoy enfermo y tengo que ceñirme a los cuidados y atenciones que debo recibir; así que a ser dócil y agradecido, a tomarme el medicamento y a pedir con toda cortesía y respeto lo que necesito; estoy enfermo del cuerpo y debo buscar que el alma también sane”…



EL CIEGO DEL CAMINO se puso a gritar y ni quién lo callara: “Jesús, Hijo de David, ¡ten compasión de mí” (Lc 18, 35); me viene al recuerdo tal relato del Evangelio porque hoy más que nunca deberíamos clamar al Hijo de Dios por la salud de cuerpo y alma; por la salud de individuos y comunidades, por la salud de la ciudad y la patria; y conste que sin olvidar los medicamentos y sin olvidar que hemos de sabernos y sentirnos queridos, aceptados, amados; y alcanzo a mirar que lo que obtuvo aquel ciego no solo fue la visión de los ojos, sino -sobre todo- la del alma… TE

QUIERO PEDIR un par de cosillas simples y discretas -amable lector- que favorezcan la curación integral de este amasijo de nervios, tendones, huesos, músculos, afectos, sentimientos, pensamientos y demás chunches visibles e invisibles que somos: 1) deja de estar contagiando pesimismos, críticonerías, quejumbres, indiferencias, chismes y toda la bola de calamidades anímicas y espirituales que luego brotan como gusanera; y 2) ponte a sembrar la salud con la cortesía y la buena voluntad, con el reconocimiento al trabajo ajeno y la valoración de todo lo que recibes; apresúrate a sanar el alma y verás cómo rápido también sana el cuerpo…

ME HAN LLEGADO comentarios sobre lo escrito aquí mismo el domingo pasado, cosa que agradezco y me sorprende, pues cuando uno siembra palabras en el papel nunca se imagina qué tan rápido o abundantemente germinarán y fructificarán; al escuchar tales comentarios como que también me provocan salud y quiero conservarla…

ACABO DE RECORDAR el motivo de mi súper-recontra-archi-requete-endemoniado enojo, pero como ya no hay lugar en esta página, pues sencillamente lo echo a la basura y sanseacabó…

 

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