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COLUMNA

Ángelus Dominical

Angelus dominical: Hoy celebramos a la Sagrada Familia

En este Ángelus Dominical, celebramos a la Sagrada Familia.

30 diciembre, 2018
Angelus dominical: Hoy celebramos a la Sagrada Familia
Angelus Dominical.

MIS LECTORES HABITUALES saben (¡bien informados están!) que el domingo anterior quise emparentar muy cercanamente -¡y en tono de despedida!- lo que estoy escribiendo con fecha del 23 y 30 de diciembre –respectivamente-; así que hoy (domingo 30) terminaremos con un solemne y definitivo ¡Adiós!, pues no hay plazo que no se acabe, ni fecha que no se cumpla; así que retomo el “continuará” de la vez anterior y ya vendrá la despedida…

TE PEDI, AMABLE LECTOR, que saludaras a San José en el nacimiento que pusiste en tu hogar; y yo sé que le pediste lo mejor que podemos pedirle a varón tan formal y justo, tan recto y cumplido, tan Padre y Protector (perdón por las mayúsculas, pero son con todo Amor)…

YO NO SÉ POR QUÉ, pero siempre que hablo de San José me emociono casi hasta las lágrimas jubilosas, hasta las lágrimas de alegría, hasta las lágrimas de plenitud (bueno, todas esas lágrimas son las mismas, las que son diferentes son las otras, que hoy ni a cuento vienen); no puedo hablar de José de Nazaret sin verlo junto a Jesús y María; incluso cuando lo pintan dormido alcanzo a ver sus sueños y ahí aparecen ellos: Jesús y María…

ME VAN A DISCULPAR por lo que voy a decir (espero que ningún teólogo esté leyendo lo siguiente, y si por ahí anda, pues póngase en modo “vacaciones”, ¡por-fa!), pero a veces he querido que exista y sea realidad eso de la reencarnación sólo para pedirle a Dios que si llego a ser burro, pues que yo sea el burro de San José, ni otro ni más, ni menos ni mejor; y es que con ese patrón y con ese servicio, se antoja ser burro en lugar de buey (-¡en serio, hué!-)…

HOY CELEBRAMOS A LA SAGRADA FAMILIA y en sus tres integrantes estamos incluidos todos los que formamos una familia como Dios manda que no es otra cosa sino una “comunidad de vida y amor”; cualquier otro modelito ocasional podrá llamarse sindicato, asociación, grupo, porra, sociedad de conveniencia o de convivencia, partido, equipo, manada (de borregos o de acarreados, casi es igual), pelotón, runfla, pandilla o hasta banda (no, no me refiero a la banda presidencial, sino a las de ladrones comunes y corrientes)…

SON DOS LOS ELEMENTOS propios y distintivos de la familia y se dan cuando se conjuntan una espontaneidad muy natural y una decisión muy profunda: la vida y el amor; en efecto, cuando estamos abiertos a la vida y al amor (naturaleza y decisión), cuando estamos promoviendo y provocando la vida y el amor (Dios es Vida y Dios es Amor), es ahí donde surge una nueva familia, sin importar que sean padres, hijos, tíos, nietos, ¡o hasta desconocidos y en situaciones adversas!…



JOSÉ DE NAZARET SOÑÓ con amar y dar vida, y entonces fue que aceptó a María y a su Hijo, entonces fue que no le importó no ser el padre biológico, ni tener que huir de Herodes, ni tener que escuchar tales palabras en Jerusalén, ni nada de nada: decidió amar y dar vida, y así constituyó en Sagrada su Familia, que de por sí era Sagrada por ser Familia (¡ups!, ¡las mayúsculas!)…

DIJE QUE A SAN JOSÉ no le gustaban las despedidas; hoy afirmo y profundizo lo opuesto y contrario: le gustaban las bienvenidas, y así fue como le dio la bienvenida –para empezar- a la voluntad de Dios y entonces recibió a María y a Niño; también le dio la bienvenida a los pastores (¡pásenle!, los estábamos esperando); no se portó menos gentil y amable con los personajes venidos de oriente (que ni serían tres ni serían reyes ni serían magos, yo creo que fueron más de veinte –sin contar camellos y elefantes-, que fueron más que reyes y que llegaron a hacer fiesta, pues un Recién Nacido siempre es excelente pretexto para la fiesta)…

DESPUÉS DE PASAR LA ADUANA (con san Pedro a la puerta), en el cielo nos espera San José como jefe del protocolo de bienvenida para llevarnos hasta Jesús y María, y –entonces sí-, ser conducidos hasta el Padre Eterno; y como en el cielo no puede haber ningún diablo (ni diablito), pues entonces las maletas las carga un burro, que ha de ser mi pariente o familiar, mi antepasado o “prefuturo”, o al menos uno del mismo gremio que el mío, que para eso he de estar: para servir como Dios manda y como San José me lo requiera…

YO NO QUERÍA PERO LLEGÓ el momento de la despedida y mirando al cielo digamos ¡Adiós!: ¡Adiós al 2018 y a todos sus vericuetos y remansos!, ¡sus deslices y vicisitudes!, ¡sus luminarias y excentricidades!, ¡sus tinieblas y atalayas!, ¡sus aciertos y frialdades!; que venga el 2019 y ya veremos de a cómo nos toca, y que San José nos acompañe como acompañó y cuidó de Jesús y de María (y que no se olviden que aquí anda un burro muy a modo)…




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