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COLUMNA

Ángelus Dominical

Angelus dominical: abordar el evangelio

Necesitamos abordar el evangelio como si fuera una prenda de vestir anhelada, un par de zapatos que deseamos lucir.

30 marzo, 2019
Angelus dominical: abordar el evangelio
Angelus Dominical.

Un PROFESOR ILUSTRE me enseñó que hay mentiras chiquitas, mentiras medianas, mentiras grandotas y -en el extremo- ¡estadísticas!; pero que nadie se preocupe ni se incomode, que para decir, repetir, agrandar o fastidiar con mentiras o con estadísticas, pues ya hay quienes se afanan en dar y repartir, ¡y hasta madrugan para que nadie se les adelante!…

LA TAREA DE ESTAS LÍNEAS va por otro lado, y aunque no abordemos de sopetón verdades contundentes y profundas, pues le vamos abonando a lo cotidiano, a lo circunstancial, a lo bello y simpático de la vida, con el convencimiento de que Dios ha puesto al ser humano en este mundo para cultivarlo y hacerlo más bello (¡ah!, ¡esas palabras del Génesis -2,15- dan tanta luz!)…

YA ESTAMOS EN EL 4o. domingo de Cuaresma y el pasaje evangélico de la Misa de hoy es tan sabroso y nutritivo que no puedo hacer más que invitarte para que lo releas y reflexiones, para que te remetas en él y lo re-exprimas al máximo; para tal efecto te ayudarán los comentarios – ¡siempre re-nutridos y re-iluminadores!- que puedes encontrar en otras páginas de este re- semanario (¡ejem, muchas erres!)…

SÓLO PERMITE DECIRTE que en ese texto encontrarás tres fotografías: una de frente (el Padre amoroso), una de perfil (el hijo que se largó y luego volvió), y una de espaldas (el hijo que no se había largado pero que tampoco disfrutaba de su Padre amoroso); y luego que analices tales fotografías, ya me dirás a quién te pareces (y también a quién quieres parecerte, ¿vale?)…

ME IMAGINO UNA FOTOGRAFÍA más (sería la cuarta) pero esa ¡nunca fue tomada! pues el relato termina con las palabras del Padre amoroso; lo que mi fantasía me hace ver es una foto familiar -¡casi panorámica!- en donde todos los hijos (no sólo los dos que ya aparecen), los empleados, y hasta los colados a la fiesta se ven sonrientes y felices en torno al Padre de todos; desde aquí ya estoy saboreando y disfrutando la Gran Fiesta porque el hijo que estaba lejos ahora está de regreso, el hijo que estaba muerto ¡ahora está vivo!…

ES MOMENTO -ahora mismo- de que saques tu celular e intentes una “selfie” de tu propia familia (¡ándale, no le saques!) o del ambiente humano en donde vives (tal vez tus amigos, o tus compañeros de trabajo) y me digas qué es lo que hace falta para que esa foto parezca a la que el evangelista Lucas no plasmó en su texto…

ME DA LA IMPRESIÓN (y ya no estoy hablando de impresión fotográfica) de que mucho necesitamos abordar el evangelio como si fuera una prenda de vestir que anhelamos, como si fuera un par de zapatos que deseamos lucir y aprovechar; ¡es hasta que nos queda perfectamente que quedamos satisfechos y contentos!, ¡y le pedimos al sastre o al vendedor de zapatos que nos busque la talla precisa, que nos ajuste a la perfección la prenda que luciremos!…

CUANDO OIMOS de lejos, o cuando pasamos de largo ante las palabras de Jesús es como si hubiéramos buscado por horas y horas en la tienda de ropa y terminamos por no comprar nada, y peor si nos consolamos y justificamos la “garrita” de siempre, aunque esté desleída y ajada, aunque ya ni para trapeador sirva…

EN DOMINGOS PASADOS hablé de la fiesta y ya te das cuenta que sigo con el tema; te platico que estoy proyectando una vestimenta, un traje apropiado para la ocasión, de manera que lo exterior manifieste también el gusto que traigo por dentro; me encantaría un traje que sustituya a las hojas de parra conque los artistas han pintado a Adán y Eva o a las vestiduras de las que habla el Génesis (3,21)…

YA ESTOY VIENDO que la gracia de Cristo constituye una vestimenta que me impulse a cambiar y mejorar lo que de plano está mal, mal, pero muy mal en mi vida; y tal vestido no será sólo para lucir y presumir a las miradas ajenas, sino para manifestar que Cristo Resucitado nos transforma y nos pide un cambio pascual, a la altura de la vida nueva que recibimos…

HAY UNA PELÍCULA (alguien quien la calificó de cursi, y bueno, ¡es un punto de vista!) que se llama Cambio de hábito (1992), y más allá de la trama y fantasía cómica que tiene, te diré que lo que hemos de plantearnos en nuestro camino como bautizados va mucho, pero mucho más allá de la moraleja (tal vez “cursi”) que puedas sacar del filme dicho…

EL HIJO DE PEDRO Bernardone (que vivió en Asís y terminó por apodarse el francesito, o sea: Francisco) dejó los ricos y finos vestidos con que su padre le proveía y adoptó casi ¡un costal! por vestimenta: fue así que manifestó su gran dignidad como hijo del Altísimo y hermano de todos, hasta del fiero lobo…

SANTA JUANA DE ARCO dejó sus atuendos de campesina y se enfundó en armaduras varoniles y militares para cumplir su misión; y más allá de la apariencia y la circunstancia, jamás olvidó que el mejor vestido era la gracia divina y la obediencia a la tarea que cumplió a pesar de todo…

LA REINA ESTHER (en el Antiguo Testamento), se vistió con sus mejores galas para conseguir la libertad a su pueblo, y ya no le busco más por aquí, mejor te dejo para que también busques y consigas -a como dé lugar- el traje y/o vestido para la fiesta de Bodas del Cordero, y seguro tendrás una buena confección con una ¡buena confesión!..