Que alegría saber que “Te he amado”: “Dilexi te”

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Que alegría saber que “Te he amado”: “Dilexi te”

La relación con los pobres nos acerca a Jesús, nos permite tocar concretamente sus heridas. Los pobres nos evangelizan

10 octubre, 2025

Comunión Espiritual con Papa Francisco

Me parece un gesto profundamente significativo que esta exhortación haya sido firmada el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís. Es un símbolo que une espiritualmente el pontificado del Papa Francisco con el del Papa León, no solo de manera simbólica. Recordemos que el Papa Francisco eligió ese nombre precisamente por su inspiración en San Francisco de Asís. Pero esta unión no es solo simbólica o espiritual, también es práctica: es una exhortación que inicia el Papa Francisco y concluye el Papa León.

Sin embargo, hay algo aún más profundo: se trata de una conexión espiritual. Muchas veces se ha descrito al Papa Francisco como un Papa de índole social. En lo personal, no comparto esta definición. Yo diría que más bien ha sido un Papa profundamente evangélico, que ponía en el centro la sencillez y la alegría del Evangelio, recordemos Evangeli Gaudium. Como San Francisco de Asís, deseaba una Iglesia que viviera un Evangelio sin añadiduras, una conversión auténtica, más profunda, tanto de los fieles como de la misma Iglesia.

Me parece que el Papa Francisco entendía el Evangelio como un amor desinteresado por el otro: por los enfermos, los discapacitados, los migrantes, por los pobres en general. Pero también por nuestras relaciones humanas, desde la fraternidad (Fratelli Tutti), e incluso por nuestra relación con la creación (Laudato Si).

La idea del Reino de Dios está “aquí y ahora” nos impulsa a construir un mundo más solidario, más justo, más fraterno. Y él intentaba comunicar esto en un lenguaje sencillo, desde una Iglesia abierta, que escucha antes de juzgar. Una Iglesia para todos decía.

Quizá por eso encontró tanta resistencia en sectores más ortodoxos, que lo acusaban de alejarse de la doctrina. Sin embargo, lo que creo que hacía era volver a las raíces del Evangelio.
Por otro lado, el Papa León, con su estilo particular, recorre históricamente estos mismos conceptos que su predecesor explicó tantas veces.

Muestra cómo el amor y el servicio a los pobres están al mismo nivel que la fe cristiana. La opción preferencial por los pobres nace de la vida misma de Jesús: un Dios hecho hombre, que nació pobre, fue migrante, desposeído y condenado.

Un Dios que comprende el sufrimiento porque lo vivió. Y que quiere partir de los últimos para enseñarnos a vivir fraternalmente.

Para los cristianos, los católicos, y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, esto es una llamada urgente a ser fermento de sanación para las heridas del mundo. Más allá de la justicia social que esto implica, como bien dice el Papa León, este llamado nace de la fe que profesamos.

El servicio a los pobres: Vocación de la Iglesia
En ese recorrido histórico, el Papa León recuerda que el cristianismo significa liberación de la opresión y de las ataduras. No existe situación por más difícil que sea de la que no se pueda salir. Esa es la esperanza de la resurrección pascual: la vida es más fuerte que la muerte.

Nos invita, entonces, a vivir la fe de manera sencilla pero eficaz, frente a un mundo enfermo de indiferencia, de materialismo y de violencia. Me parece justo y necesario.

Es esperanzador que nos recuerde que la opción preferencial por los pobres es vocación de la Iglesia. Y lo hace a través de ejemplos concretos: la vida de tantos santos, padres de la Iglesia, movimientos populares, laicos, religiosas y religiosos. Retoma también la memoria —tantas veces herida— de San Óscar Romero, San Romero de América. El Papa León subraya algo central respecto a los pobres: no se trata de “llevarlos a Dios”, sino de encontrarlo entre ellos.

Esta formulación es profundamente transformadora: Dios camina con nosotros, está en medio de nosotros, y muchas veces nos negamos a verlo en quien sufre. Pero si los miramos, si les atendemos, el mundo puede ser distinto para construir un destino común.

La experiencia de Sant’Egidio
En este sentido, la Comunidad de Sant’Egidio ha comprendido algo esencial para la vida cristiana: los pobres tienen un nombre, un rostro, una dignidad.

Por eso, la obra de Sant’Egidio no es simplemente una labor social. Es fruto de la oración, de la lectura del Evangelio. Nuestra experiencia —como decía el Papa Francisco— nos ha enseñado que luchar cada día por los pobres nos lleva a una conversión personal, pero también a una transformación de la humanidad.

El Papa León en la exhortación recuerda una anécdota sobre San Lorenzo, diácono de Roma. Cuando las autoridades le piden los tesoros de la Iglesia, él se presenta al día siguiente con los pobres. Esa respuesta confundió a las autoridades romanas… pero hoy nos sigue confundiendo.

Si lo pensáramos en términos modernos, “los pobres son el tesoro de una comunidad”, no sería el mejor eslogan de campaña para atraer a las masas. La sola presencia de los pobres inquieta.

Muchos los consideran un problema. Por motivos de seguridad, de orden o de imagen, se les esconde. Pareciera que su sola presencia “contamina”, que deben ser alejados para no incomodar a los turistas o a la normalidad de nuestras ciudades. En esta sociedad que todo lo compra y todo lo vende, los pobres no parecen tener lugar. Pensemos en los migrantes, hemos construido muros y rechazo; pensemos en la gente de la calle, a quien evitamos a menudo; pero pienso en los ancianos que hemos “encarcelado” en los asilos, algunos ni siquiera pueden ver la luz del sol. Tan solo por citar algunos ejemplos.

Pero la Biblia no habla de “pobreza”; habla de los pobres. Y es en la relación con ellos donde se prueba si la Iglesia es verdaderamente cristiana, si el mundo es verdaderamente humano.

Creemos que una Iglesia sin los pobres es poco evangélica, y un mundo que los olvida es un mundo deshumanizado sin embargo son los pobres los que nos ayudan a comprender las lógicas del descarte, del dolor, de la soledad.

La Comunidad de Sant’Egidio ha retomado esta antigua tradición de tener a los pobres como nuestro tesoro. La comida de Navidad en la Basílica de Santa Maria in Trastevere un icono de nuestro tiempo. Hoy está presente en más de 75 países.

También lo son los corredores humanitarios, que han permitido que más de 9.000 personas huyendo de la guerra encuentren acogida. Lo son los comedores para personas sin techo, las casas para ancianos, las Escuelas de la Paz para niños que viven situaciones de violencia, abandono o con altos índices de deserción escolar, los talleres para personas con discapacidad, las escuelas de lengua y cultura… Y podríamos seguir.

Pero hay algo que reafirma esta exhortación y que es fundamental:
Los pobres no son “casos sociales”. Son hombres y mujeres. Necesitan amor, necesitan hablar, esperanza, confianza… Ayudarles no es solo dar, es ser sus amigos, sus familiares. Es construir una gran familia humana. Es trabajar por un mundo de justicia y de paz.

¿Por qué son un tesoro?
Porque esta relación con los pobres nos acerca a Jesús, nos permite tocar concretamente sus heridas. Los pobres nos evangelizan. Son un tesoro porque, como dice el Evangelio:
“Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Nueva” (Mt 11,5). Estos son los signos con los que Jesús muestra la presencia de Dios en la historia, como nos recordó el Cardenal Aguiar: “Cristo vive en medio de nosotros”. Y la fe comienza precisamente cuando reconocemos esos signos.

Eso es lo que buscamos cada vez que, como Sant’Egidio, nos acercamos a los pobres. Y me alegra profundamente que el Papa León haya puesto esto, nuevamente, en el centro.



Autor

Licenciado en Economía por la UNAM con especialidad en Economía de la Empresa. Es miembro activo de la Comunidad de Sant'Egidio desde el año 2011. Ha forjado su experiencia en el servicio a los pobres, especialmente con personas en situación de calle y niños de comunidades indigenas en la CDMX. En 2015 inició la Comunidad de San Egidio en la Colonia Roma, que acoge a más de 600 pobres por semana. Desde 2020 es responsable de la Comunidad de Sant'Egidio en México. A partir de 2023 forma parte de la Comisión Arquidiocesana de Diálogo de la Arquidiócesis Primada de México.