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 página 8 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 3 de diciembre de 2023 Audiencia del Papa a sacerdotes hispanos en Estados Unidos Sacerdotes para la gente
 La invitación para ser «curas la gente» fue dirigido por el Papa a un grupo de sacerdotes hispanos que trabajan en Estados Unidos de América. Dirigiéndo- les en la audiencia de la mañana del 16 de noviembre en la Sala Clementina, Francisco pronunció en espa- ñol el discurso que publicamos.
Queridos hermanos:
Gracias por venir aquí, ésta es la casa de Pe- dro, la casa de ustedes, porque la Iglesia es una casa de puertas abiertas, a la que todos acuden desde oriente a occidente para sen- tarse en la mesa que el Señor nos ha prepara- do (cf. Mt 8,11). Y cuando queremos hacer exquisita la Iglesia, es una casa de puertas cerradas y eso no funciona. Cuidado con la exquisitez eclesiástica. Leí con atención las preguntas que hicieron llegar —son mu- chas— y, pensando en cómo podía respon- derles, recordé las palabras que el Señor dijo a santa Teresa de Jesús cuando le quitaron los libros de los que ella se fiaba: “Yo te daré el libro vivo”. Cristo es el libro que les reco- miendo vivamente. Pero hay que buscarlo en la Escritura y en el Evangelio, en la ado- ración silenciosa; hemos perdido un poco el sentido de la adoración, tenemos que en- contrar al Señor en el silencio de la adora- ción. Si yo pregunto ahora ―non voy a pre- guntar para no hacer pasar calor a ningu- no―, pero si yo preguntara ahora cuántas horas de adoración hacen por semana, sería un buen test. Tiro la pregunta, pero cada uno se contesta dentro. No, que es tanto el trabajo, que esto, que aquello. Si vos no orás, si vos no adorás, tu vida vale poco.
En Estados Unidos se está preparando un Congreso Eucarístico Nacional para el pró- ximo año y se eligieron como patrones del mismo al beato Acutis y a san Manuel Gon- zález, eminentes ambos —como tantos san- tos en la Iglesia— en el arte de leer este libro vivo, ante el Sagrario, en una escuela silente y arrodillada. Y es precisamente de entre las catequesis de san Manuel, de donde me gustaría tomar una clave de respuesta a las preguntas que me han planteado. En una ocasión, san Manuel se dirigía a un grupo de fieles, reflexionando sobre el papel de las santas mujeres en el Calvario, como mode- los de cualquier discípulo ante la cruz del
Señor, entonces y ahora. Son un modelo. La misma impotencia, el mismo deseo de ac- tuar en contra de la injusticia, que vivieron las santas mujeres en aquellos momentos, lo podemos sentir nosotros ante la problemáti- ca de los inmigrantes, la cerrazón de ciertas autoridades civiles y religiosas, los desafíos de la interculturalidad, la complejidad del anuncio, tantas cosas.
Ante estas dificultades el santo nos advierte que «Jesús no deja de padecer». Dice Jesús que está en el Calvario hasta el fin de los tiempos; aunque está resucitado, sigue es- tando en el Calvario en la persona de sus hermanos. En cada sagrario, en cada copón consagrado vemos erigirse la cruz, y nos pregunta: ¿podemos hacer algo para aliviar al Cristo sufriente de hoy? «¡Háganlo, há- ganlo cuanto antes!», pero háganlo siendo conscientes de que «la Pasión será la com- pañera del Jesús de vuestros Sagrarios» en cada hermano y hermana que sufre, y lo que Dios les pide es que no los dejen abandona- dos. No dejen abandonados a los que su- fren, no dejen abandonado al Señor del Sa- grario, convénzanse que no van a poder ha- cer nada con las manos si no lo hacen tam- bién con las rodillas. Adoración, silencio eu- carístico e intercesión ante el Sagrario. Y después sí, servicio. Pero es como el pin- gpong, una lleva a la otra, una lleva a la otra.
Jesús, nos dice san Manuel, no pretende de nosotros que impidamos la Pasión, sino que le demos gloria en medio de ella. En esto por favor les pido: cuídense de la instala- ción, no se instalen, no se instalen. A veces el mundo moderno nos lleva a horarios. “Pa- dre, ¿me puede confesar?” “No, el horario es de tal hora a tal hora”. Por favor, primero la gente, después el horario. No se vuelvan oficinistas de lo sagrado; que es el peligro de esta cultura. Revisen su dedicación a la gen- te, su apertura de corazón.
Inspirándome en estos santos, dejo al Señor en el Sagrario que responda a sus inquietu- des. Algunas respuestas tal vez les parecerán ingenuas, como los esfuerzos del joven Car- los Acutis por difundir algo que para él fue un descubrimiento excepcional, “una auto- pista al cielo”. Otras parecerán superarles,
como llevar adelante las obras sociales y apostólicas que promovió san Manuel. En realidad, este pastor, en sus recomendacio- nes, afirmaba que, por encima de todo, lo que un cura puede hacer, empieza hoy, con la oración sencilla, la palabra cercana, la acogida fraterna y el trabajo perseverante. Oración sencilla, palabra cercana, acogida fraterna y trabajo perseverante. ¡No se reser- ven! Decía un cura de un barrio pobre, po- pular, que le vienen ganas de tapiar la venta- na porque la gente a cualquier hora va a pe- dir cosas o va a pedir bendiciones, cualquier cosa. Porque la gente es de lo más inoportu- na, siempre; como el Señor, que es inopor- tuno. Y el cura me decía: “cuando ven la puerta cerrada, me golpean la ventana. Ten- go que tapiar la ventana”. No, abrí la puer- ta. Esto es clave: curas para la gente. Y aquí quiero mencionar una cosita. No tengan las uñas sucias, sino las uñas limpias, porque las uñas se ensucian cuando el cura comien- za a trepar. Y trepadores para este cargo, pa- ra esta parroquia, para esta canonjía, para esto otro; y es entonces donde la promoción humana supera a la gratuidad del anuncio. Y si pierden eso serán unos pobres curas, que han perdido la ilusión de su vida. Recu- peren siempre el llamado de Jesús a servir, a disposición de los demás. No tengan las uñas sucias por trepar, porque después, cuando uno llega arriba, lo que hace ver es bastante indecente, y no lo quiero decir. Hermanos, no pongan su confianza solo en las grandes ideas, ni en propuestas pastora- les bien diseñadas. Le tengo terror cuando vienen con todos los programas pastorales. Para que los cumplan los otros y no yo. No busquen culpables. “Esto no funcionó por culpa de aquel y aquel”, Primero, ¿yo que hice? Busquen en ustedes, para ver... la cul- pa; esa es la humildad pastoral. Abandó- nense en Aquel que los ha llamado a entre- garse, y les pide solamente fidelidad y cons- tancia, con la certeza de que es Él quien lle- va su obra a término y hará que sus esfuer- zos den buenos frutos. Y ojalá siembren mucho, y ojalá non tenga que tomar pasti- llas para dormir porque llegan cansadísi- mos a la noche. ¡Ojalá!
Muchas gracias.
























































































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