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 página 4 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 3 de diciembre de 2023
 El discurso del Pontífice a los participantes del congreso promovido por el D icasterio de las causas de los santos
La santidad de los mártires modelo fuerte para nuestro tiempo
La santidad de los mártires es «un modelo fuerte» para la Iglesia «desde la comunidad de los orígenes hasta nuestros días». Lo recordó el Papa en el discurso dirigido la ma- ñana del jueves 16 de noviembre, a los participantes del congreso del Dicasterio de las causas de los santos sobre «La dimensión comunitaria de la santidad», que se abrió el lunes 13 de noviembre en el Instituto patrístico Augustinianum y concluyó con la au- diencia papal en la Sala Clementina.
ejemplo para Mateo que, apenas es llamado por Jesús, invita a sus amigos al encuentro con el Mesías (cfr Mt 9,9-13) o para Pablo que, al encontrar al Resucitado, se con- vierte en Apóstol de las gentes. El encuentro con Jesús tiene esta di- mensión comunitaria.
Esta realidad es expresada de for- ma particularmente conmovedora por Santa Teresa del Niño Jesús, a la cual, en el 150o aniversario de nacimiento, he dedicado la exhor- tación apostólica C’est la confiance. Ella, en sus escritos, con una ima- gen bíblica sugerente contempla a toda la humanidad como el «jardín de Jesús», cuyo amor abraza a to- das sus flores de una manera inclu- siva y exclusiva (cfr Manuscrito A, 2rv), y pide ser encendida hasta la incandescencia del fuego de tal amor, para conducir a su vez a to- dos los hermanos (cfr Manuscrito C, 34r-36v). Es la evangelización «por atracción» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 14), el testimonio, fruto al mismo tiempo de la más alta expe- riencia mística de amor personal y de la «mística de vivir juntos» (Const. ap. Veritatis gaudium, 4a). En ella se compenetran las dos moda- lidades de presencia del Señor, tan- to en la intimidad de la persona individual (cfr Jn 14,23), como en medio de aquellos que se han reu- nido en su Nombre (cfr Mt 18,20); en el “castillo del alma” y en el “castillo de la comunidad”, por usar una imagen querida por Tere- sa de Ávila (cfr El castillo interior). La santidad une y a través de la caridad de los santos nosotros po- demos conocer el misterio de Dios que «unido [...] con todo hom- bre» (Const. past. Gaudium et spes, 22) abraza en su misericordia a to-
¡Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos!
Os saludo con alegría al finalizar el congreso sobre el tema La di- mensión comunitaria de la santi- dad, organizado por el Dicasterio de las Causas de los Santos. Doy las gracias al cardenal Marcello Se- meraro, los otros superiores, los oficiales, los postuladores, mons. Paglia y a todos vosotros, partici- pantes en el trabajo de estos días. Me habéis regalado el comentario a la exhortación apostólica Gaudete ex exsultate, publicado por el Dicas- terio en el 10o aniversario de mi pontificado. ¡Gracias de corazón! Deseo que las reflexiones conteni- das en el volumen ayuden a mu- chos a comprender cada vez mejor la llamada universal a la santidad. Este tema de la vocación universal a la santidad, y en ella su dimen- sión comunitaria, es muy querido por el Concilio Vaticano II, que habló de ellos especialmente en la Lumen Gentium (cfr cap. V). No por casualidad, en esta perspectiva, cre- ció en los años recientes el número de las beatificaciones y canoniza- ciones de hombres y mujeres perte- necientes a diferentes estados de vida: esposos, célibes, sacerdotes, consagradas, consagrados y laicos de toda edad, procedencia y cultu- ral, también familias, pienso en la familia polaca mártir. En particu- lar, en Gaudete ex exsultate quise lla- mar la atención sobre la pertenen-
cia de todos estos hermanos y her- manas al «santo pueblo fiel de Dios» (n. 6); como también sobre su cercanía a nosotros, como santos «de la puerta de al lado» (n. 7), miembros de nuestras comunida- des, que han vivido una gran cari- dad en las pequeñas cosas de la vi- da cotidiana, incluso con sus lími- tes y defectos, siguiendo a Jesús hasta el final. Por eso ahora quisie- ra reflexionar con vosotros precisa- mente sobre este tema evidencian- do, entre los muchos posibles, tres aspectos: la santidad que une, la santidad familiar y la santidad martirial.
Primero: la santidad que une. Sa- bemos que la vocación a la que to- dos estamos llamados se cumple ante todo en la caridad (cfr Lumen gentium, 40), don del Espíritu Santo (cfr Rm 5,5) que une en Cristo y a los hermanos: por tanto este es un evento no solo personal, sino tam- bién comunitario. Cuando Dios llama al individuo, siempre es por el bien de todos, como en los casos de Abraham y Moisés, de Pedro y Pablo. Llama al individuo para una misión. Y, además, así como Jesús, Buen Pastor, llama por nombre a cada una de sus ovejas (cfr Jn 10,3) y busca a la que está perdida para llevarla de vuelta al redil (cfr Lc 15,4-7), así la respuesta a su amor solo puede realizarse en una diná- mica de implicación e intercesión. Nos lo muestra el Evangelio, por

























































































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