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COLUMNA

La voz del Obispo

Y el Verbo de Dios se hizo carne

Cada 25 de Marzo se celebra en la iglesia Católica la Fiesta de la Anunciación del Señor, se celebra nueve meses antes de la Navidad. Es tan importante esta fiesta que en algunas ciudades se comenzaba el año nuevo en esta fecha y porque se creía que el equinoccio de primavera era el aniversario de […]

22 marzo, 2024
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Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. 

Cada 25 de Marzo se celebra en la iglesia Católica la Fiesta de la Anunciación del Señor, se celebra nueve meses antes de la Navidad. Es tan importante esta fiesta que en algunas ciudades se comenzaba el año nuevo en esta fecha y porque se creía que el equinoccio de primavera era el aniversario de la creación del mundo.

El contenido bíblico de la fiesta presenta el anuncio del Ángel a la Virgen María con las palabras “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Luego el Ángel dirá a María “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”. Es la gracia de Dios la que precede la relación entre Dios y María. María, no había hecho ningún mérito para merecer ser la Madre del Salvador. Por eso, podemos colocar las palabras del Apóstol Pablo en su boca: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Cor 15,10).

En la gracia reside la grandeza y la belleza de María. Pero, ¿qué es la gracia? El significado más literal es el de belleza, amabilidad; pero también decimos del preso que ha sido perdonado en su pena que ha hallado gracia o que ha sido agraciado, que ha recibido un favor.

Este doble significado aparece en la Biblia en boca de Dios: “concedo mi gracia a quien quiero y tengo misericordia con quien quiero” (Ex 33,19); se trata de un favor gratuito, libre y sin motivo al mismo tiempo que un favor divino gracias a una cualidad de la persona que la hace amable. En el anuncio del Ángel se reflejan los dos significados de gracia. El primero, María ha encontrado en los ojos de Dios un favor gratis y divino y por ello le ha dado la gracia en persona. El segundo significado es la santidad de María que atrae el favor de Dios, ella es inmaculada.

A las gracias de Dios deben seguir las gracias del hombre. Dar gracias significa restituir el favor, aceptar el haberse visto favorecido y esto es lo que la Virgen María hará con el Magnificat, “Proclama mi alma la grandeza del Señor… porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí” (Lc 1,46,49). La lengua hebrea expresa la gratitud en la alabanza, en la exultación. Pero, antes del Magnificat la Virgen ha dicho “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” y es así como desea corresponder a la gracia recibida, con total disponibilidad, con obediencia filial, con docilidad y apertura al proyecto de Dios en su vida.

María es modelo para todos los miembros de la Iglesia, quienes recibimos siempre al inicio la gracia, la gracia nos precede a cualquier mérito. Dice el Apóstol san Pablo “Ninguna condena pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús (Romanos 8,1). Por el bautismo, aun habiendo heredado la culpa del pecado original, hemos recibido el favor de Dios, se nos perdona el pecado original, se nos concede ser miembros del Cuerpo de Cristo y coherederos de la vida eterna.

No cabe duda que podemos decir con San Pablo “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1Cor 15,10). La Virgen María es invitada por el Ángel a “alegrarse” y a “no temer” por la gracia recibida. También nosotros hemos sido favorecidos por Dios desde que nos pensó, pues nos ha visto también atractivos para su favor divino.

¿Qué podemos hacer para agradecer la gracia? Unirnos a la disponibilidad y docilidad de la Virgen María ante el proyecto de Dios para nuestra vida diciendo “Hágase en mí según tu palabra” y se realizará en nosotros por esa gracia “como una segunda encarnación del Verbo” (Sor Isabel de la Trinidad). Aparecerán en nuestra vida los criterios, sentimientos, actitudes y pensamientos de Jesús.


Autor

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.