El Señor de la Cuevita, el motor que mueve a miles de personas
Esta devoción se mantiene como una de las principales tradiciones de Iztapalapa.
La del Señor de la Cuevita es, sin duda, la devoción más arraigada entre los pueblos originarios de Iztapalapa.
Pese a formar parte de la mancha urbana de la Ciudad de México, los barrios originarios mantienen con celo sus tradiciones y costumbres religiosas, como las que se viven en el Santuario del Santo Sepulcro, también conocido por los pobladores como La Cuevita.
En entrevista, Miguel Cruz Quiroz, rector del santuario, explica que existen 173 mesas directivas con tres mayordomías cada una, dedicadas a diversas devociones, aunque todas estrechamente vinculadas a la imagen del Señor del Santo Sepulcro.
“Nuestra principal labor es la atención de los peregrinos, aunque en esta connotación, los peregrinos son las mayordomías que están alrededor del santuario, propiamente en el centro de Iztapalapa, que son los ocho barrios y, aparte, las comunidades nativas, que además tienen mayordomías que también vienen a celebrar festividades propias de cada uno de sus pueblos”.
Este santuario no es una parroquia y, por lo tanto, no tiene territorio asignado. “Nuestra jurisdicción termina en las puertas del atrio”, explica el padre Miguel Cruz. No obstante, esta iglesia tiene una activa vida pastoral, con clases de catecismo, pláticas prematrimoniales, grupo juvenil y de liturgia; además, brinda asistencia espiritual a los jóvenes actores de la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
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La leyenda de la cuevita
Según la tradición, en 1723, un grupo de pobladores de la villa de Etla, Oaxaca, llevaban la imagen a la Ciudad de México para restaurarla. En su camino, pernoctaron en las faldas del Cerro de la Estrella y, al despertar, no hallaron la imagen.
Los viajeros pidieron la ayuda del pueblo de Iztapalapa, sin embargo, tras varios días de búsqueda, volvieron a su pueblo para contar lo que había sucedido.
Tiempo después, la imagen fue hallada dentro de una gruta y se dio aviso a los peregrinos de Etla para que volvieran a recogerla. Sin embargo, ni con el esfuerzo de 20 personas fue posible moverla, por lo que los pobladores interpretaron que el Cristo quería quedarse ahí. Se le construyó una ermita y, posteriormente, una capilla abierta. A mediados del siglo XIX se construyó el Santuario del Santo Sepulcro. “Desde entonces se comenzó a venerar la imagen y, con el tiempo empezó a crecer la devoción pastoral en virtud de las gracias que prodigaba a los 8 barrios”, explica.
La devoción se fortaleció aún más a partir de la epidemia de cólera de 1833, cuando los habitantes pidieron al Señor de la Cuevita que detuviera dicha peste, milagro que –según la tradición- él concedió. En agradecimiento, los pobladores realizan cada año la representación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
“Está vinculado con el dolor que tuvo la comunidad de aquel tiempo con la pérdida de sus seres queridos, bajo la sintonía del dolor de Nuestro Señor y ese caminar con Cristo”.
Un santuario con aires de catedral
Uno de los principales proyectos pastorales del cardenal Carlos Aguiar Retes es la creación de tres nuevas diócesis, a partir de la Arquidiócesis Primada de México: Iztapalapa, Azcapotzalco y Xochimilco.
La iniciativa ya cuenta con el aval de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y solamente espera el visto bueno de su Santidad el Papa Francisco.
En caso de concretarse, el Santuario del Señor del Santo Sepulcro se convertiría en la Catedral de Iztapalapa, explicó el padre Miguel.
“Todos están animados. Los domingos nos preguntan ‘¿Cuándo van a hacer aquí la Catedral?’”, agrega el presbítero.
El rector del santuario ha conseguido ya el apoyo unánime de todas las mesas directivas de las mayordomías de la comunidad.
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“Tuvimos reuniones con los diferentes grupos para ver los pros y los contras, y explicar los aspectos en los que creímos que podría haber algún choque, se habló con ellos y llegamos al acuerdo de apoyarnos”, expresa el rector del santuario.
“Más que algo negativo, por primera vez se unieron todas las mayordomías para un proyecto en común (…) todos aceptaron el proyecto y se mostraron dispuestos a ayudar en todo lo que se pueda”.