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COLUMNA

Trigo y cizaña

Viviendo en un mundo irreal

Es necesario recuperar la conexión con Dios. Él es el sustento de la realidad. Si no lo hacemos, no habrá psiquiatras para sacarnos del manicomio.

13 julio, 2023
Viviendo en un mundo irreal
Eduardo Hayen Cuarón
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Autor

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital 

Los concursos de belleza los están ganando hombres: Miss España en 2019, Miss Greater Derry en New Hampshire en 2022 y ahora, en 2023, Miss Holanda en Países Bajos. Las mujeres que se vuelven trans se embarazan para parecer hombres encinta. En los deportes femeninos en Estados Unidos se infiltran hombres que, debido a su fuerza física, logran fácilmente derrotar a las mujeres en las competencias.

El año pasado el comentarista político Matt Walsh realizó el reportaje “¿What is a woman?” en el que entrevistó a muchas personas universitarias preguntándoles qué es una mujer. Todos trastabillaron y nadie supo decirlo. Buena parte de la humanidad vive desconectada de la realidad. Ha perdido el sentido común.

Nos preguntamos si estamos viviendo en el cuento de Alicia en el país de las maravillas o en una película de Harry Potter. ¿Qué es la realidad? ¿Podemos conocerla, o vivimos en una proyección donde nuestros sentidos nos engañan? Parece que hoy en el mundo es lo mismo vivir en la sobriedad que en la embriaguez, en estados alterados de la conciencia que en nuestros cinco sentidos. ¿Cómo hemos llegado a este punto?

Las locuras o las corduras que se viven en el mundo tienen origen en los pensadores. Son los filósofos o los ideólogos –como queramos llamarles– los que, con sus ideas, arrastran poco a poco a las personas a vivir en las tinieblas del error o bien, las ayudan a vivir en la luz de la verdad.

La desconexión de la realidad en que estamos viviendo se debe, en buena parte, a un filósofo del siglo XVI-XVII llamado René Descartes que acuñó una famosa frase: “pienso, luego existo”. La frase ha traído consecuencias incalculables. Con su enseñanza, este pensador francés desconectó el pensamiento de la realidad. Estaba diciendo que es la mente del hombre la que crea la realidad. ¡Esto es falso! Muy distinta es la postura realista de santo Tomás de Aquino quien afirma que no es el pensamiento el que define la realidad o la existencia, sino que es la existencia la que hace posible el que el hombre pueda pensar. La realidad existe independientemente de que alguien pueda o no pensarla.

Los católicos creemos que la realidad existe. Nosotros no la creamos, ni tampoco es proporcional a nuestra capacidad de entenderla, de conocerla. Con el razonamiento de Descartes “Pienso, luego existo”, la razón quedó atrapada en sí misma, y entonces el hombre comenzó a preguntarse: ¿mis sentidos me engañan, o no me engañan? Dudamos si el mundo es real o si es mentira; si somos hombres o mujeres; si podemos contraer matrimonio con una rana.

Me quedé perplejo hace unos días cuando una señora me pidió –no es mentira– que le celebrara la misa de quinceañera a su perrita y que la traería vestida de princesa. Hay adultos mayores que se creen bebés, y algunas celdas de cárceles que comparten mujeres con hombres que dicen ser mujeres.

Desde Descartes, la mente humana fue quedando atrapada en su propia interioridad al creer que el mundo es sólo lo que la razón de cada uno piensa y crea. Luego vinieron otras ideas locas que se hicieron eslogan: “la mujer no nace, se hace”, “mi cuerpo, mi derecho”, “love is love” y otros disparates. A esto se le llama “subjetivismo”, es decir, lo único que importa es lo que cada sujeto pueda pensar: tu verdad es tu verdad, mi verdad es mi verdad, pero no existe la Verdad.

La gente vive cada vez más alucinada, con ojos para mirar únicamente su propio ombligo. Muchos han olvidado que tienen la capacidad de conocer el mundo tal como es. Han dejado de preguntarse por las últimas causas de las cosas y ya no reconocen que tienen la capacidad de conocer a Dios como origen y fin del mundo.

Existe la realidad y existe la verdad, y son accesibles para todos. La Iglesia nos enseña, a través del Concilio Vaticano I, que Dios puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas. Tenemos la capacidad conocer a Dios y el mundo real que él creó. Y lo hacemos a través de los sentidos. Ese conocimiento sensible nos permite hacer razonamientos y extraer conclusiones. Sin esa capacidad de pensar y llegar a certezas no podríamos conocer a Dios ni la realidad; la Verdad sería inaccesible y terminaríamos por vivir en una jungla, cada uno mirándose sólo a sí mismo y defendiéndonos unos de otros.

Es cierto que no siempre logramos conocer la realidad tal cual es, y esto se debe a nuestros traumas, enfermedades del cuerpo y del alma; los pecados personales que nos ciegan, la historia personal de cada uno con sus propias heridas, egoísmos y maldades.

A veces podemos perder ubicación y no percibir la realidad en su totalidad. No todo lo conocemos con exactitud y certeza y podemos deformar las cosas: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas”. (Mt 6,24).

Chesterton acuñó una frase genial: “Quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural sino lo antinatural”. Hemos quitado a Dios, y el mundo no se ha vuelto neutral, sino antinatural. Y cada vez peor. Es necesario recuperar la conexión con Dios. Él es el sustento de la realidad. Si no lo hacemos, no habrá suficientes psiquiatras para sacar a la gente del manicomio.

Padre Eduardo Hayen:Blog del Padre Hayen

El P. Eduardo Hayen, director del semanario Presencia de la diócesis mexicana de Ciudad Juárez


Autor

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital