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COLUMNA

Trigo y cizaña

Los verdaderos atletas son los que saben cultivar un alma de oro en un cuerpo de hierro

Aquel que, mientras entrena y domina su cuerpo en la tierra, su alma reposa en la beatitud de los Cielos

8 agosto, 2024
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Autor

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital 

Si como seres humanos hemos de sentirnos orgullosos de Novak Djokovic, el tenista serbio que derrotó a Carlos Alcaraz y ganó la medalla de oro para su país, como cristianos nos sentimos doblemente gozosos por su triunfo. Djokovic sabía que los Juegos Olímpicos de París habían comenzado con un vómito blasfemo al Dios de los cristianos, y pese a que está prohibido por el Comité olímpico, mostró su fe ortodoxa en la cancha, persignándose, elevando su mirada al cielo o mostrando la cruz que lleva al pecho. “Antes de ser un atleta, soy un Cristiano Ortodoxo. Mi espalda siempre está custodiada por Dios y los ángeles”, dijo en una entrevista.

 

Otros deportistas olímpicos mostraron con naturalidad su fe, como fue Katie Ledecky, ganadora del oro en nado libre de 1500 metros quien habló de la gran importancia que tiene para ella su catolicismo. También Tatjana Smith de Sudáfrica, el británico Adam Peaty y el surfista brasileño Gabriel Medina, entre otros.

Los verdaderos atletas son los que saben cultivar un alma de oro en un cuerpo de hierro. Para ellos las competencias no tienen únicamente un significado deportivo, sino moral y religioso. Su desempeño no está centrado en el esnobismo ni en el dinero, como ocurre hoy entre tantos jugadores. El deportista que vale un caudal es aquel que busca tener una estatura moral y espiritual acorde a su desempeño físico; aquel que, mientras entrena y domina su cuerpo en la tierra, su alma reposa en la beatitud de los Cielos.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.


Autor

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital