¿Sabes qué es un milagro?
Dios se puede manifestar de forma extraordinaria y de múltiples maneras.
Todos hemos escuchado en diversas ocasiones que los milagros no existen o que es imposible demostrar su veracidad, pero los milagros sí existen. La Iglesia Católica nos enseña que Dios se puede manifestar de forma extraordinaria y de múltiples maneras en el momento en que Él lo desee.
Un trabajo discreto
La mayoría de los milagros que Dios realiza suelen ser muy discretos porque Él no quiere forzar la entrada en nuestro corazón. Cristo, desde el comienzo de su ministerio, rechazó la sugerencia del maligno de utilizar su poder mesiánico para realizar milagros en plan de gran espectáculo, como saltar al vacío desde arriba del pináculo del Templo para obligar a todos a creer en Él; sin embargo, también es verdad que, de vez en cuando, Dios se complace en realizar signos más llamativos.
El objetivo
El magisterio de la Iglesia nos dice que los milagros son signos ciertos de la revelación, donde se manifiesta el poder y el amor de Dios para con sus hijos llenos de fe y confianza. Los milagros están destinados a glorificar y alabar a Dios, así como reforzar y aumentar la fe de los fieles.
Por encima de la naturaleza
Se le llama milagro a aquel hecho que supera las fuerzas de la naturaleza; es algo que va más allá de lo que ordinariamente el ser humano está acostumbrado a ver o a comprobar y que escapa a su razonamiento. La doctrina católica enseña que los milagros sólo los realiza Dios, quien es el único capaz de superar, suspender, detener o modificar las leyes que rigen el universo.
¿Qué tipos de milagros existen?
Se pueden resumir en tres grandes grupos:
- La resurrección de un muerto, que es el milagro más grande.
- La sanación completa e inmediata con reconstrucción de órganos en una enfermedad incurable y terminal.
- La curación rápida e inmediata de una enfermedad crónica, que no se puede explicar científicamente.
La intercesión
La doctrina de la Iglesia también nos presenta a los santos, beatos y siervos de Dios como hombres y mujeres que deben ser imitados, venerados y también ser invocados para que nos ayuden a alcanzar todas las gracias y bendiciones de Dios. Su papel es únicamente de intercesión; es decir, interceden por la persona ante Dios para que Él obre el milagro. Por ello se debe evitar decir “San Judas Tadeo me hizo el milagro” o “la Virgen de Guadalupe me hizo el milagro”. Lo correcto es decir: “Dios me concedió el milagro por intercesión de San Judas Tadeo” o “Gracias a la Virgen de Guadalupe, Dios obró el milagro”.
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Prueba de santidad
Un milagro puede ser también la prueba de santidad de una persona fallecida cuando, por su intercesión, Dios lo realiza. La Iglesia pide un milagro para la beatificación de un siervo de Dios y otro más para su canonización. Para determinar la autenticidad del milagro, en el sentido de que resulta inexplicable desde el punto de vista científico, la Congregación para las Causas de los Santos en el Vaticano se sirve de un órgano colegial compuesto por cinco médicos (algunos no católicos) y dos peritos. Posteriormente se consulta a un equipo de teólogos que se encarga de analizar detenidamente el caso, cuya aprobación definitiva corresponde al Santo Padre.
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Un regalo del Padre
Como católicos no debería causarnos ningún problema aceptar los milagros, dado que creemos en la obra de la Gracia Divina. Tampoco debe resultarnos difícil suponer que en ocasiones tales regalos nos han tocado porque alguien ha rezado a Dios por nosotros. En un mundo de gracia estas cosas suceden continuamente. Sólo para quien parte del supuesto de que no hay gracia en el mundo, los regalos de Dios no tienen sentido.
Para creer en milagros, pues, simplemente hay que ser capaces de aceptar los regalos especiales de Dios, libremente dados y jamás merecidos.