¿Cómo fortalecer la transmisión de la fe a los hijos? 6 claves esenciales para lograrlo
Tenemos que ser testigos de nuestra fe, transmitiéndola con nuestra actitud, oración y testimonio.
Estamos viviendo una época de la humanidad confusa, sin certezas, sin compromisos, sin ilusiones, sin una guía segura, con muchas corrientes que nos confunden y utilizan, sin límites claros entre el bien y el mal. En resumen: vivimos como si Dios no existiera. Vivimos en una sociedad sin Dios.
Así, vivimos como en un tornado que nos lleva a donde no queremos y que nos quita hasta lo más valioso de nuestra vida: la certeza de que somos hijos amados de Dios y que Cristo ha dado su vida por nosotros.
Como miembros de una familia católica, y esto abarca a los abuelos, los papás, los hijos, los nietos, y nuestros parientes y amigos más allegados, tenemos una gran responsabilidad, porque si de verdad creemos que al final de esta vida nos espera la Vida Eterna junto a Dios Nuestro Padre y Señor, queremos que todos lleguen a esa misma meta: el cielo.
Por eso tenemos que ser testigos de nuestra fe, transmitiendo esta certeza con nuestra actitud, nuestra oración y nuestro testimonio silencioso, auténtico, comprometido que deje huella en los demás.
Y si queremos cumplir con nuestra obligación de ser testigos, tenemos que analizar la mejor manera de compartir nuestras certezas en la fe: Dios existe, es nuestro Padre y Creador, Jesús es nuestro Salvador y nos comparte su Espíritu Santo para que vivamos en su AMOR. Y la confianza que tenemos en la Virgen María nos da consuelo y guía.
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¿De dónde viene la fe y para qué nos sirve creer?
Vamos a ver varios puntos que podemos mejorar:
- Falta coherencia de vida. ¿Soy de esos que hacen que sus hijos asistan a la catequesis, pero no los llevan ni acompañan a la Misa dominical? ¿Pregono la paz y el perdón, pero en casa se vive la guerra y el resentimiento? Pretendo que me digan la verdad, pero ¿yo miento constantemente y ellos lo saben? Quiero que sean generosos y agradecidos, ¿pero saben que yo no doy ni los buenos días y que tampoco doy las gracias por todo lo que recibo, aunque sea un vaso de agua?
- Falta autenticidad: Los otros, no solo los pequeños, nos observan. ¿Vivo haciendo lo que digo? ¿Pueden creer que mi fe es auténtica, si ven que llevo una doble vida? ¿Mis acciones son solo para aparentar que soy bueno? ¿Defiendo a Cristo y a la Iglesia porque soy realmente católico? ¿Sólo por mis acciones pueden ver que vivo imitando a Jesús? O es todo lo contrario.
- Falta vivir nuestra vida cotidiana sin separarla de nuestra vida cristiana. ¿Soy católico sólo en mi recámara, donde nadie me ve? ¿Participo en actividades de apostolado? O doy todas las excusas que puedo para que no me crean “mocho”, y por eso hago lo que otros hacen, así sea ir en contra de lo que mi conciencia dicta ¿Me avergüenza por ejemplo persignarme en mi oficina antes de iniciar mi trabajo?¿O bendecir los alimentos en familia o cuando estoy en una actividad social con los hijos? ¿Me siento bendecido y orgulloso de mi fe, pero no la profeso en público?
- Falta formación. Después de hacer mi primera comunión, ¿he seguido en la catequesis? ¿Me preocupa conocer ya como adulto las verdades de mi fe cristiana? ¿Voy a conferencias, charlas y actividades que me sigan formando?¿Leo la Biblia y el catecismo y pregunto lo que no entiendo a alguien que sepa más que yo? Si tengo dudas, ¿acudo a quien me puede ayudar a crecer en la fe?
- Falta explicar la fe, con fundamentos y elementos inteligentes. Hoy en día los jóvenes, por ejemplo, quieren respuestas directas y lo primero en lo que se fijan es en los adultos. ¿Tengo respuestas para sus inquietudes? Y si no las tengo, ¿las busco? Ya no se vive en los tiempos en que todo se aprendía de memoria, y nada se entendía. Hoy tenemos que transmitir una fe razonada, que sepa llegar a la verdad. ¿Tengo una fe bien formada y con conceptos claros?
- Falta alegría y calor humano, además de ejemplos creíbles. Grandes educadores en la fe, son el abuelo, o la abuela, o los dos juntos. Si recordamos todos los momentos en que los vimos rezar el Rosario, participar en la misa, llevar comida a un enfermo, apapachar a los nietos, recibir a todos con alegría y buen humor, organizar bautizos, bodas y entierros, vivir la Semana Santa. ¡Hasta en las posadas nos transmitían con obras, no con palabras, las verdades de la fe¡ Qué lindos son sus recuerdos, casi casi como los olores que salían de sus cocina.
¡Vivamos agradecidos con ellos, por el gran legado de la fe que con sus obras nos han transmitido¡ Ya nos han dado la estafeta de relevo generacional, no podemos perder la carrera de la fe.
Que nos sirvan de ejemplo los abuelos, para adecuar nuestras circunstancias y dar lo que el mundo, las familias y las personas no tienen: FE EN DIOS NUESTRO SEÑOR.