Este 1 de enero de 2025 se realizará la LVIII Jornada Mundial de la Paz, un evento para el cual el papa Francisco ha emitido el documento titulado: “Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz”.
El texto de poco más de 2 mil palabras está estructurado en cuatro secciones y 15 artículos con su respectiva argumentación. En ella, el pontífice hace énfasis en un clamor a Dios: “¡Concédenos tu paz, Señor!”. Posteriormente, abunda que esa es la oración que eleva, mientras envía deseos para el año nuevo.
En tal sentido, señala que “para perdonar una ofensa a los demás y darles esperanza es necesario que la propia vida esté llena de esa misma esperanza” derivada de la misericordia de Dios”. Bajo ese marco, Francisco sugiere tres acciones para restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras.
El pontífice asegura que quienes emprendan los gestos sugeridos “podrán ver cada vez más cercana la tan anhelada meta de la paz” y retoma las palabras de Juan XXIII, quien afirma que “la verdadera paz sólo podrá nacer de un corazón desarmado de la angustia y el miedo de la guerra”.
Por último, hace votos para que el 2025 sea un año para alcanzar una “paz real y duradera”, tomando en cuenta que esta “es dada por Dios a un corazón desarmado”.
De igual forma, explica que el “desarme del corazón es un gesto que involucra a todos”. Y que “la paz no se alcanza sólo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo”.
Concluye con un clamor a Dios: “¡Concédenos tu paz, Señor! Esta es la oración que elevo a Dios, mientras envío mis mejores deseos para el año nuevo a los jefes de estado y de gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes de las diversas religiones, a todas las personas de buena voluntad”.
“Perdona nuestras ofensas, Señor, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, y en este círculo de perdón concédenos tu paz, esa paz que sólo Tú puedes dar a quien se deja desarmar el corazón, a quien con esperanza quiere remitir las deudas de los propios hermanos, a quien sin temor confiesa de ser tu deudor, a quien no permanece sordo al grito de los más pobres”.
Tras recordar que comienza un “tiempo jubilar dedicado a la esperanza”, el papa recuerda que el 2025 “es un año de gracia que proviene del Corazón del Redentor”. Luego, hace repaso histórico de un antiguo llamado que debía resonar “para restablecer la justicia de Dios”.
En este marco, reitera que “ninguna persona viene al mundo para ser oprimida”, pues somos hijos del mismo Padre “nacidos para ser libres”. Y llama a ponerse a la escucha del “grito desesperado de auxilio” e invita a ser voz de situaciones de explotación y opresión.
El papa sugiere que cada uno debe sentirse “responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común”, alude “las disparidades de todo tipo”, el “trato deshumano” que se da a los migrantes, la degradación ambiental, la “confusión generada culpablemente por la desinformación”, el rechazo de toda forma de diálogo y “las grandes inversiones en la industria militar”.
Estima que todos constituyen “factores de una amenaza concreta para la existencia de la humanidad” e insiste en la necesidad de que se logre un cambio duradero.
El papa sostiene que los bienes de la tierra “no están destinados sólo a algunos privilegiados, sino a todos” y acusa fallas en el sistema internacional. Advierte que “si no se alimenta de lógicas de solidaridad y de interdependencia”, aparecen “injusticias, exacerbadas por corrupción”.
Además, insiste en que “la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control”, favorecido por “algunos gobiernos e instituciones financieras privadas” que actúan sin escrúpulos para explotar recursos humanos y naturales.
También menciona la “deuda ecológica” y estima que junto con la deuda externa “son dos caras de una misma moneda de esta lógica de explotación”. Cree que se necesita un “cambio cultural y estructural” para superar esa crisis, y que eso solamente ocurrirá “cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre”.
Finalmente, invita a dejarse tocar el corazón por los cambios necesarios. Así, “el Año de gracia del jubileo podrá reabrir la vía de la esperanza para cada uno de nosotros”.
El papa cita a Jesús en la oración del “Padre nuestro”, quien “establece una afirmación muy exigente: «como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden», después de que hemos pedido al Padre la remisión de nuestras ofensas (cf. Mt 6,12)”.
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