La Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana del Cardenal Ratzinger en 1989 nos dice que en la antigüedad sobresalieron dos desviaciones en los modos de hacer oración en que cayeron los primeros cristianos, en realidad provienen estas desviaciones de contextos heréticos.
El primer error es la Pseudognosis: esta consideraba la materia como algo impuro que envolvía al alma en una ignorancia de la cual había que librarse por la oración. De esta manera el alma se elevaba a un conocimiento superior, pero, los Padres enseñaron que la materia no es mala, que la gracia no es un bien natural del alma, sino un don que viene de Dios como fruto de la oración. Para los primeros Padres, el signo auténtico de un conocimiento superior fruto de la oración, es siempre la caridad cristiana.
El segundo error se llama Mesalianísmo, se refiere a falsos carismáticos del s. IV que identificaban la gracia del Espíritu Santo con la experiencia psicológica de su presencia en el alma. Pero, los Padres decían que la unión del alma orante con Dios tiene lugar en el misterio, en particular “por medio de los sacramentos de la Iglesia,” por medio de experiencias de desolación o aflicción que podrían ser una participación del estado de abandono de Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz, modelo y mediador de la oración.
Estas formas resurgen al margen de la oración de la Iglesia como procedimientos para encontrar a Dios, como remedio psicológico. La oración de la iglesia no prescinde de lo terreno, de lo concreto de la vida, de los deberes, estas formas sí, pues se elevan por encima de lo sensible y concreto de la vida.
Con la actual difusión de los métodos orientales de meditación en el mundo cristiano y en las comunidades eclesiales nos encontramos ante un poderoso intento, no exento de riesgos y errores de mezclar la oración auténticamente cristiana con la no cristina.
Hay oraciones que utilizan métodos orientales con el fin de conseguir la preparación sicofísica para una contemplación cristiana.
Otros buscan colocar a un vacío absoluto sin imágenes y conceptos budistas en vez de la majestad de Dios negando que las creaturas del mundo puedan tener un vestigio que remita a Dios.
De la reflexión del Cardenal Ratzinger podemos deducir que hay un contraste entre los modos erróneos de hacer oración y la auténtica oración cristiana. Por ello, quisiera continuar señalando algunos errores comunes que provocan que el alma que busca a Dios y su voluntad pueda desviarse en la búsqueda de sí. Algunos errores pueden ser los siguientes:
-Creer que de la noche a la mañana vamos a cambiar de vida haciendo solo un poco de oración, pues, el Papa Juan XXIII decía que “de la teoría a la vida se pasa únicamente mediante un prolongado esfuerzo de reflexión, oración y ejercicio de virtudes.
-Orar solo con los labios, pues dice Jesús “no todo el que me dice Señor, Señor entrará al reino de los cielos sino quien haga la voluntad del Padre”. La auténtica oración ha de llevar a arrancar vicios y plantar virtudes, ha de llevar a un estado de conversión continua en la vida.
-Usar la oración para preparar asuntos pastorales sin involucrar la vida.
-Reducir la oración a una actividad más dentro de los deberes de estado.
-Leer y más leer libros de espiritualidad sin más afán que el de aprender conceptos cristianos sin que repercutan en la vida.
-Entrar en contacto con Dios para temas periféricos y no de corazón a corazón exponiéndole los temas esenciales de nuestra vida y las necesidades de los demás y del mundo entero.
-Un espacio farisáico para sentirse bueno, incluso mejor que muchas personas y no para sentirse como un publicano necesitado de la misericordia divina.
-Un espacio narcisista para sentirse bien en vez de orar sabiendo que de la oración brotaran vinculaciones con las demás personas y con el entorno existencial.
-No es realizar solo ejercicios de piedad como el rosario, el viacrucis o una novena, sino el ejercicio y desarrollo de la vida espiritual. Es necesario identificar los medios de la oración de la oración misma.
-Ver la oración como una actividad meramente humana cuando, en realidad, es una obra del Espíritu Santo que obra en nuestras vidas.
Entonces, ¿cómo debe ser nuestra oración?
Comencemos diciendo que orar es hablar con Dios, en este sentido ira bien callar mucho para escuchar a Dios y pasar de un monologo a un dialogo donde se escucha y se habla, y que tiene repercusiones con la vida moral de la persona y con el entorno en donde se desenvuelve. La actitud moral del orante ha de corresponderse con su oración, pues ninguna experiencia espiritual es auténtica si no se verifica con una vida moral ordenada al bien común.
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