La Sagrada Familia
El Papa San Juan Pablo II exhortaba a los padres de familia a transmitir la fe a los hijos, y preguntaba a los padres: «¿Enseñan a sus hijos la oración del cristiano?
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 24 de agosto de 2021. Es el primer obispo mexicano emanado del Camino Neocatecumenal.
Hace pocos días contemplamos en el portal de Belén el misterio de la encarnación: Dios se ha hecho hombre y quizo habitar entre nosotros. El Mesías ha nacido de una mujer, y creció en una familia, es decir, Dios eligió a María para ser la Madre de Dios, incluso la preservó del pecado original para habitar en ella, pero también escogió a José, para ser el padre adoptivo de Jesús.
Nuestro Señor quiso comenzar su tarea redentora en el seno de una familia sencilla, normal, en la que Jesús iba creciendo y se fortalecía, llenándose de sabiduría y la gracia de Dios estaba sobre él. Jesús aprendió de ellos todo lo que debería saber; de María aprendió formas de hablar, aprendió a caminar y todas las cosas más básicas que todos hemos aprendido de nuestra madre; de José aprendió su oficio, y seguramente, también le transmitió el arte de la oración y a profundizar en las escrituras. De ambos recibió el cariño santo, conoció el espíritu de servicio y el anhelo de hacer la voluntad de Dios.
La familia es la primera escuela para los hijos, los padres son los primeros educadores de la fe, y lo hacen a través de palabras y ejemplos. También Cristo tuvo que recibir estas enseñanzas y ejemplos de sus padres, fueron ellos los que dispusieron el corazón de Jesús para que pudiera empezar su ministerio, descubrir la voluntad de Dios para Él, y obtener de la oración profunda, la fuerza para entrar en el plan de redención, a través de la Cruz.
También ellos tuvieron que aprender a ser los padres del Mesías; por ejemplo, cuando Jesús tenía doce años, y fueron como de costumbre a Jerusalén a la fiesta de la Pascua, José y María emprendieron el regreso, y como sabemos, Jesús se quedó dialogando con los ancianos del Templo. Cuando lo encuentran, su madre le dice que su padre y ella habían estado muy angustiados buscándolo, y él respondió que, a él le tocaba estar en la casa de su Padre, y aunque María no comprendía esta respuesta, la guardaba en el corazón.
Las familias de hoy, tampoco vienen con un instructivo que les enseñe a ser padres, sin embargo, siguiendo los pasos de José y María, las familias católicas de hoy están llamadas a ser hogares cristianos que imiten a la Sagrada Familia de Nazaret, hogares que iluminen y contagien su alegría, hogares en los que se viva la fe, se siembre esperanza, y se dé la caridad. La familia es la escuela de las virtudes y el primer lugar en el que se da a conocer a Dios.
La familia es la iglesia doméstica, es la forma básica y más sencilla de la sociedad, es la escuela de todas las virtudes. En la familia se ejercita la obediencia, la preocupación por los demás, el sentido de responsabilidad, la comprensión, el amor. Se dice que la salud de una sociedad se mide por la salud de las familias, y si invertimos la fórmula, viendo la salud de nuestra sociedad podemos ver cómo están nuestras familias. Si queremos que nuestra sociedad se reconstruya, tengamos en gran estima el valor de la familia, luchemos por nuestros principios de fe, sin tratar de imponer nuestros criterios, sino contagiando a todos con nuestro testimonio de vida. El Papa San Juan Pablo II exhortaba a los padres de familia a transmitir la fe a los hijos, y preguntaba a los padres: «¿Enseñan a sus hijos la oración del cristiano? ¿preparan, de acuerdo con el sacerdote, a sus hijos para los sacramentos de la primera edad? ¿los acostumbran, si están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda de la Virgen y de los Santos? ¿Rezan el Rosario en familia?» El ejemplo de los padres, apoyado por la oración común, es una lección de vida.
Celebremos a la familia y sigamos el ejemplo de la Sagrada Familia, irradiemos paz para contagiar a todos los que nos rodean, para ser una luz de esperanza en medio de esta sociedad que está sufriendo, que ha perdido la alegría, que han perdido la paz.
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