La voz del Obispo

La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor

Estamos dando inicio a un año, rápidamente estamos por concluir el primer mes de este 2024, ayer hemos tenido la oportunidad de peregrinar al Tepeyac como Arquidiócesis de México, y hemos puesto a los pies de Santa María de Guadalupe nuestra gratitud por su intercesión y los favores que nos ha alcanzado de su Divino Hijo, pero también los anhelos y sueños para esta Iglesia particular y para todo México.

Por eso me parece muy oportuno retomar el contenido de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco C’est la Confiance, sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios, con ocasión del 150 Aniversario del Nacimiento de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Y es que considero revelador lo que afirma el Papa: “Con la confianza, el manantial de la gracia desborda en nuestras vidas, el Evangelio se hace carne en nosotros y nos convierte en canales de misericordia para los hermanos”. Esto nos bastaría para reflexionar a lo largo de nuestros días, ¿realmente confío en el Señor?

La intención del Santo Padre al publicar esta Exhortación en esta efeméride, es presentar a Santa Teresita como un fruto maduro de la renovación del Carmelo que llevara adelante la gran santa española Santa Teresa de Jesús, y por supuesto, ayudarnos a captar los elementos profundos de la espiritualidad de la Doctora de la Iglesia.

Cuatro grandes apartados componen el documento: Jesús para los demás; el caminito de la confianza y del amor; seré el amor, y en el corazón del Evangelio.

Jesús para los demás

El Santo Padre logra destacar en la vida de santa Teresita la expresión que se encontraba en su celda: “Jesús es mi único amor”, como si la santa respirara el nombre de Jesús, y no como algo intimista sino con una aspiración profundamente misionera, su deseo por entrar al Carmelo no solo era por estar a gusto en un lugar, sino para “salvar almas”. Su súplica “atráeme” para que otros puedan ser atraídos deja ver con claridad, cómo la gracia divina nos libera de la autorreferencialidad.

El caminito de la confianza y del amor

También conocido como el camino de la infancia espiritual, decía la santa en Historia de un alma: “A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”. Lo que se descubre es que más allá de todo mérito, la confianza está en Aquel que ama misericordiosamente, por eso dice el Papa para santa Teresita “El centro y el objeto de su mirada no es ella misma con sus necesidades, sino Cristo que ama, que busca, que desea, que habita en el alma”. Afirma el Santo Padre en el número 24: “La confianza plena, que se vuelve abandono en el Amor, nos libera de los cálculos obsesivos, de la constante preocupación por el futuro, de los temores que quitan la paz. En sus últimos días Teresita insistía en esto: “Los que corremos por el camino del amor creo que no debemos pensar en lo que pueda ocurrirnos de doloroso en el futuro, porque eso es faltar a la confianza”. Y la confianza que muestra la santa se encuentra incluso en los momentos de mayor oscuridad, siempre como el niño que se sabe en los brazos de su padre, y de la misericordia divina que sacó la luz de su esperanza ilimitada.

Seré el amor

La caridad vivida como trato de amor personal es lo que pone en evidencia la experiencia de santa Teresita, con amor se sumerge en todos los misterios de la vida de Cristo. Dice el Papa: “Teresita vive la caridad en la pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana, y lo hace en compañía de la Virgen María, aprendiendo de ella que « amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo»”. La profundización de la santa es excepcional: “… Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío…, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado… En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor… Así lo seré todo… ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad…!!!». Y la conclusión que apunta en el número 41 el Santo Padre es iluminadora: “Tal descubrimiento del corazón de la Iglesia es también una gran luz para nosotros hoy, para no escandalizarnos por los límites y debilidades de la institución eclesiástica, marcada por oscuridades y pecados, y entrar en su corazón ardiente de amor, que se encendió en Pentecostés gracias al don del Espíritu Santo.

Es ese corazón cuyo fuego se aviva más aún con cada uno de nuestros actos de caridad. “Yo seré el amor”, esta es la opción radical de Teresita, su síntesis definitiva, su identidad espiritual más personal”. Es por eso que volvemos a la afirmación que da nombre a este documento:  “Es la confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera del temor, es la confianza la que nos ayuda a quitar la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer. Esto nos deja un inmenso caudal de amor y de energías disponibles para buscar el bien de los hermanos”(45).

En el corazón del Evangelio

Citando su Exhortación Evangelii Gaudium, el Papa en este nuevo documento nos llama la atención sobre la centralidad de los esencial, y lo hace de lal siguiente manera: “Esta Exhortación sobre santa Teresita me permite recordar que, en una Iglesia misionera «el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante»(35). El núcleo luminoso es “la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado»(36).

Concluye el Santo Padre esta rica Exhortación mostrándonos la actualidad de santa Teresita del niño Jesús, que muy bien puede servirnos para apuntalar los propósitos del presente año:

“En un tiempo que nos invita a encerrarnos en los propios intereses, Teresita nos muestra la belleza de hacer de la vida un regalo. En un momento en que prevalecen las necesidades más superficiales, ella es testimonio de la radicalidad evangélica.

En un tiempo de individualismo, ella nos hace descubrir el valor del amor que se vuelve intercesión. En un momento en el que el ser humano se obsesiona por la grandeza y por nuevas formas de poder, ella señala el camino de la pequeñez.

En un tiempo en el que se descarta a muchos seres humanos, ella nos enseña la belleza de cuidar, de hacerse cargo del otro. En un momento de complicaciones, ella puede ayudarnos a redescubrir la sencillez, la primacía absoluta del amor, la confianza y el abandono, superando una lógica legalista o eticista que llena la vida cristiana de observancias o preceptos y congela la alegría del Evangelio.

En un tiempo de repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio”.

Más artículos del autor: Posadas: la creatividad pastoral en un novenario evangelizador

Mons. Salvador González

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.

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