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COLUMNA

La voz del Obispo

Las desapariciones forzadas tienen voz

Las desapariciones de personas es algo que se debe de abordar, para que las familias no sigan viviendo ese dolor.

29 mayo, 2023
Las desapariciones forzadas tienen voz
Las desapariciones de personas son un flagelo que lastima a la sociedad. (Foto: Especial)
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Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 18 de noviembre de 2022. En 1993 se consagra como religioso agustino recoleto y realiza sus estudios de filosofía y teología; ordenado sacerdote el 31 de julio de 1999. 

Quisiera dedicar esta columna a las mujeres que cada mañana quieren saber algo de sus hijos que desaparecieron y nadie les dice nada. Madres que sufren ante una sociedad indiferente, preocupados por lo de cada día sin ser capaces de levantar la vista y ver el dolor de una madre que no sabe nada de su hijo.

En la Ciudad de México el número de mujeres y niñas desaparecidas aumentó 98% en cinco años. El año 2022, en la arquidiócesis de México y en las diócesis vecinas se reportaron 1,379 desapariciones de personas, de las cuales, 544 son mujeres. La capital del país registra 5.8 casos de mujeres por cada 100 mil habitantes. A nivel nacional la ciudad ocupa el cuarto lugar. Abajo de Morelos, Quintana Roo y Zacatecas.

Hay otros que manejan otras cifras, pero el problema no es de cifras es de mujeres y niñas con historias de vida privadas de la libertad. No es momento de hacer política en una acción pastoral que acompañan religiosas, religiosos, sacerdotes diocesanos y laicos comprometidos. Nuestra acción socio caritativa se origina del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con los pobres.

Quisiera visibilizar con ustedes una realidad lacerante. Existen patrones de desapariciones, por ejemplo en los Estados de Campeche, Chiapas, Tabasco y Yucatán en donde la mayoría de casos son niñas y adolescentes de 10 a 19 años, ahí se alcanza un promedio de desaparición de mujeres de más del 60%, superando el promedio nacional que es del 25%. Se considera que en estos casos las desapariciones son un medio para ocultar la violencia sexual, el feminicidio, la trata y la explotación sexual

El sistema jurídico aparentemente es sencillo, pero en sus entrañas es muy complicado. Como se describía en un diario digital un ejemplo “si una niña desaparece en el metro de Ciudad de México y la madre trata de revisar las cámaras de seguridad, la van a mandar a la Fiscalía de la delegación correspondiente para pedir el permiso, allí —después del traslado y la espera— la van a derivar a la Fiscalía Especializada en Desaparición Forzada, y será en este último donde podrá poner la denuncia, pero después tendrá que ir a la Comisión de Búsqueda para levantar la ficha de desaparición. Después todo esto han pasado más de 24 horas y solamente la familia y los amigos cercanos reaccionan de manera inmediata. “¿Cuántas horas habrán pasado ya sin la niña? ¿24? Y todavía nadie ha empezado a buscarla. Cuando desaparece un persona hay que reaccionar de manera inmediata.

La realidad es que solo un mínimo porcentaje de los casos de desaparición de personas, -entre el 2 % y el 6 %- han sido judicializados y solo se han emitido 36 sentencias en casos de desaparición de personas a nivel nacional según la información proporcionada por el Estado al 26 de noviembre de 2021, frente a estos datos existen otros que nos dicen que hay más de 52,000 personas fallecidas sin identificar que se encuentran en fosas comunes y centros de resguardo forense, tan solo en los Estados de Baja California, Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Chihuahua, Tamaulipas y Nuevo León, se concentran el 71,73 % de cuerpos no identificados.

Ante estar realidades no podemos quedarnos con los brazos cruzados y mirando al otro lado. El llanto de las familias y amigos se escucha y acompaña en nuestra arquidiócesis sabiendo que el primer gesto de cercanía es el mejor regalo que podemos hacer a todas las personas involucradas en este crimen. Recordemos que existe desaparición forzada siempre que haya participación, complicidad, permisibilidad o consentimiento de la autoridad cuando no se investiga y se audita adecuadamente.

La estrategia que sugiere la Conferencia episcopal mexicana para combatir la impunidad es un dialogo directo y constante de todos los actores sociales por medio de los conversatorios por la paz. Estos conversatorios son espacios participativos de diálogo donde se comparten experiencias y se construyen aprendizajes para prevenir la violencia en los diferentes niveles de vida; hay un itinerario de diálogos sociales que ayuda a las iniciativas locales de paz y prepara para el Encuentro Nacional Justicia y Reconciliación para la Paz, donde se socializará la experiencia de los conversatorios, se dialogará con diferentes actores sociales y se elaborarán recomendaciones para avanzar en la construcción de la paz.

La desaparición forzada es un problema complejo que necesita de la participación de todas las instituciones y ciudadanos. La Iglesia a través de estos conversatorios propone estos instrumentos aplicados en las parroquias, colegios y universidades para que la población tenga unas acciones preventivas de la violencia y un mejoramiento de la convivencia.

No obstante hay unas recomendaciones internacionales que no debemos olvidar:

A) Fortalecer a las fuerzas civiles del orden, por lo que el Estado Mexicano debe establecer un plan de retiro ordenado, inmediato y verificable de las fuerzas militares de las tareas de seguridad pública.

B) Incluir y fomentar en los programas de las universidades la enseñanza, investigación y divulgación de temas ligados a las desapariciones de personas desde las diversas disciplinas del conocimiento.

C) Garantizar que todas las autoridades actúen en conformidad con los criterios establecidos por la decisión de la Suprema Corte de Justicia de junio de 2021 que declara el carácter vinculante de las acciones urgentes requeridas por un Comité experto en la materia de desaparición.

D) Debe instaurar acciones que garanticen la implementación efectiva de los mecanismos internacionales de Derechos Humanos.

E) Garantizar que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y las Comisiones Estatales de Derechos Humanos ejerzan sus funciones con total autonomía e independencia.

F) Remover los obstáculos que limitan el acceso a la justicia y propiciar la judicialización de los casos planteando la hipótesis de la desaparición forzada.

G) Prevenir y sancionar las acciones que criminalizan, intimidan, persiguen y estigmatizan a las personas desaparecidas, sus familiares o las personas que los acompañan, incluyendo campañas de sensibilización. Y estas recomendaciones nacen del Comité contra las Desapariciones Forzadas, que es el órgano de vigilancia de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas de la Organización de las Naciones Unidas.

El Papa Francisco nos invita a que contribuyamos con coraje y determinación, a respetar los derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las “invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos, que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados Debemos recuperar los derechos humanos que en siglo XXI se han convertido en conquistas, omisiones y negaciones.

Las desapariciones forzadas de las personas son una cruel violación a los derechos humanos, debido a la brutalidad de sus conductas constitutivas y a la pluralidad de víctimas que involucra, pues la persona desaparecida no es la única afectada por este crimen también están los derechos de los familiares y personas cercanas; por lo que, como seguidores de Jesús debemos de comprender que esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial para cada uno de nosotros. El apoyo sincero y total a todas las personas que acompañan a las familias afectadas en este tema en todo el país y muy en especial en la arquidiócesis de México.

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.


Autor

Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 18 de noviembre de 2022. En 1993 se consagra como religioso agustino recoleto y realiza sus estudios de filosofía y teología; ordenado sacerdote el 31 de julio de 1999.