Del mensaje del Santo Padre con ocasión de la LVI Jornada Mundial de la paz
El Papa haciendo referencia al texto de san Pablo, nos invita a la esperanza a pesar de las situaciones arduas de la vida.
«Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche» (1Tes 5,1-2).
Esta es la cita bíblica que ha elegido el Santo Padre para compartir su mensaje por la Jornada Mundial de la paz, que desde hace 56 años los Papas nos piden llevar adelante el primer día del año, para colaborar con esa tarea que solo los hijos de Dios (Cf. Mt 5,9) pueden anhelar y coadyuvar para que sea una realidad.
El título del mensaje es muy sugerente: “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz”. Es por eso que el Papa haciendo referencia al texto de san Pablo, nos invita a la esperanza a pesar de las situaciones arduas de la vida, para ello va recorriendo algunos de los principales aspectos de la crisis provocada por la pademia: el sanitario y científico, la situación humana por la limitación en la libertad con el aislamiento, los efectos sociales y económicos, así como los laborales; lo cual lleva afirmar al Santo Padre que: “Rara vez los individuos y la sociedad avanzan en situaciones que generan tal sentimiento de derrota y amargura; pues esto debilita los esfuerzos dedicados a la paz y provoca conflictos sociales, frustración y violencia de todo tipo. En este sentido, la pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias”.
Es por eso que, pasados tres años de la dolorosa experiencia de la pandemia, debemos: cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar. Así lo hace el Papa y sus cuestionamientos hacen referencia a lo aprendido, a los nuevos caminos por emprender, y a los signos de vida y esperanza de nuestro mundo. También destaca entre lo aprendido, debido a nuestra fragilidad, la conciencia de que todos nos necesitamos; y de que nuestro mayor tesoro es la fraternidad humana. Todavía más dice: “También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica, comprometiendo la deseada garantía de justicia, armonía y paz”.
Pero también han surgido más aspectos positivos de la experiencia: “un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos anima a salir de nuestro egoísmo para abrirnos al sufrimiento de los demás y a sus necesidades; así como un compromiso, en algunos casos verdaderamente heroico, de tantas personas que no escatimaron esfuerzos para que todos pudieran superar mejor el drama de la emergencia”.
De allí que todos somos conscientes que necesitamos poner nuevamente al centro de nuestras vidas la palabra “juntos”; “En efecto, es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos”. La siguiente afirmación es fundamental: “Sólo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales”.
El número 4 del texto, hace referencia a cómo el ambiente de la guerra es lo que menos esperabamos como marco post-covid, y como este ejemplo de la guerra entre Rusía y Ucranía así como el resto de los conflictos en el mundo representa un verdadero fracaso para la humanidad.
Finalmente dice el Papa, pero entonces ¿qué se nos pide hacer?:
“En primer lugar, dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un “nosotros” abierto a la fraternidad universal”.
“… no podemos ignorar un hecho fundamental: las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas que padecemos están todas interconectadas, y lo que consideramos como problemas autónomos son en realidad uno la causa o consecuencia de los otros. Así pues, estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión”.
Por eso es fundamental atender las siguientes urgencias, dice el Santo Padre: sanidad pública para todos, promover acciones de paz en lugares de conflicto, cuidar de manera conjunta nuestra casa común, luchar contra la desigualdad así como garantizar la alimentación y el trabajo digno para todos, además de políticas adecuadas de acogida e integración para los migrantes y los descartados de la sociedad; ya que la inversión en ellas puede hacer evidente el Reino de Dios que es amor, justicia y paz.
Concluye su mensaje deseando un feliz año a todos los gobernantes, a los hombres y mujeres de buena voluntad que quieran sumarse a la tarea de ser artesanos de paz.