La actitud de agradecer se recupera desde la auténtica trascendencia. Una persona orante está llena de silencio agradecido. El sentimiento de gratitud se percibe en las personas que quieren recuperar la amabilidad en nuestra sociedad con gestos sencillos.

Los expertos en el mundo del cerebro nos dicen que cuando realizamos actos de agradecimiento van desapareciendo los miedos, las angustias y esos sentimientos de odio, venganza y rabia muy presentes en la vida de todos los días ante tanto asesinato, desaparición y polarización ideológica. Hay un área en nuestro cerebro que en el momento que vamos generando estos sentimientos de gratitud se dispara la sensación de seguridad y bienestar. Las personas que manifiestan gratitud, viven en niveles elevados de emociones positivas, satisfacción por la vida, vitalidad y optimismo. Por la vía neuronal, la gratitud estimula las vías cerebrales para la liberación de otra hormona: la oxitocina, que estimula el afecto, la tranquilidad, reduce la ansiedad, el miedo y la fobia.

Vivamos el último tramo del Jubileo de la esperanza desde el agradecimiento por lo que hemos experimentado desde asuntos positivos: nuevos aprendizajes, nuevos amigos y también los negativos: las enfermedades y dolorosas pérdidas.

Ejercitar el sentimiento de la gratitud, disuelve el miedo, la angustia y los sentimientos de rabia. Ayuda a controlar los estados mentales tóxicos e innecesarios. Al final cada uno elige qué quiere vivir y qué quiere sentir. Si ocupamos nuestro estado interno y ejercitamos diariamente la gratitud, iniciamos nuestro día con actitud positiva. Es importante que pensemos en los diferentes motivos que tenemos para sentir gratitud, y al terminar el día reflexionar sobre las acciones o pensamientos que hemos disfrutado. La gratitud y el amor son formas de reconocimiento. Si cultivamos la gratitud, viviremos mucho mejor el amor al prójimo y la amabilidad social.

La Palabra de Dios nos invita a ser personas agradecida, así en el Evangelio san Mateo nos dice: «En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Mt 11, 25-27).

 Las personas que viven en situación de pobreza y vulnerabilidad nos enseñan a ser agradecidos y sencillos. La gratitud es imitar la manera que tiene Jesús de darse a cada uno, darse a su Pueblo, a pesar de las respuestas tan negativas y frívolas. Y este entregarse a cada persona lo hace por amor.

Por amor y con amor recibimos gratitud el día 9 de noviembre en la Basílica cuando celebramos el Jubileo de las personas que viven en situación de vulnerabilidad. Me alegró mucho como las organizaciones que están integradas en la vicaría de laicos en el mundo de la arquidiócesis primada de México junto a la pastoral socio-caritativa de la Basílica y de Cáritas nos unimos para tener como protagonistas a los que menos tienen y más enseñan. No eramos muchos en la concelebración, un signo para pensar, pero si en la vivencia de la acción de gracias con esos observadores de la calle que molestan y nos hacen preguntas con su presencia.

 Mientras otros presumen de llevar a empresarios y políticos a los correspondientes jubileos, nosotros rezamos en la Basílica por nuestro México para que haya paz y unidad con los que menos tienen.

La enseñanza ese día gratitud. La metodología cero presunción y mucha humildad. Y los maestros son los que están en la calle: esos que para algunos huelen y visten mal, que van con sus bolsas y carritos de calle en calle, que miran con esperanza y se les devuelve la mirada con indiferencia ellos son el rostro de Dios en la tierra. En Basílica, en la Curia metropolitana, en la casa albergue, en los hospitales … cada día si te lo propones aprendes a agradecer y a vivir que el amor no tiene agenda, no colonializa, sino que se encarna, se hace uno con nosotros, mestizo, para hacer nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5).

Mons. Francisco Javier Acero

Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 18 de noviembre de 2022. En 1993 se consagra como religioso agustino recoleto y realiza sus estudios de filosofía y teología; ordenado sacerdote el 31 de julio de 1999.

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