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COLUMNA

Trigo y cizaña

Que el dinero no te esclavice

Comprar a los pobres para que voten por un partido, es degradante e inhumano, pues los esclaviza y no se respeta su dignidad.

31 enero, 2024
Que el dinero no te esclavice
Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel

MIRAR
Los gobiernos federales y estatales, desde hace algunos sexenios, se han preocupado por
proporcionar apoyos económicos a adultos mayores, madres solteras, discapacitados,
campesinos e indigentes, así como becas a jóvenes sin trabajo y a estudiantes. Esto es
muy laudable, pues la sociedad debe ayudar a quienes más lo necesitan. Todos debemos
ser solidarios con ellos. Sin embargo, estos dineros, que no salen de los bolsillos de las
autoridades, sino de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos, no deben usarse
para comprar votos en tiempos electorales.

El próximo 2 de junio, en nuestro país se renovarán la presidencia de la República, varias
gubernaturas, senadurías y diputaciones, así como otros cargos en diferentes Estados. En
tal coyuntura política, se ha anunciado no sólo que a dichas personas se les aumentan las
cantidades que de ordinario se les dan cada dos meses, sino que ahora les darán lo doble,
por cuatro meses (más de 12 mil pesos -unos 700 dólares-), precisamente antes de las
elecciones. ¿Qué significa esto? ¿Es justicia social y democracia, o demagogia y abuso de
poder?
Comprar a los pobres para que voten por un partido, es degradante e inhumano,
pues los esclaviza y no se respeta su dignidad. Eso no es humanismo mexicano, sino
dominio y control de conciencias por medio del dinero. ¡Y cuántos no se dan cuenta de
que, con dinero, les manipulan! Ya no votan por quien pueda servir mejor a la comunidad,
sino por quien les da más dinero. El dinero puede corromper.

En otros campos de la vida, sucede algo semejante. Hay padres y madres de familia que
intentan comprar a sus hijos dándoles dinero y cosas materiales, no para educarlos en el
esfuerzo y trabajo para que salgan adelante en la vida, sino para acapararlos y para que no
les echen en cara sus infidelidades u otras deficiencias. Hay profesionistas, e incluso
campesinos, que descuidan su salud y su familia,
con tal de ganar más dinero y tener más
y más cosas materiales. Son esclavos del trabajo y del dinero.

DISCERNIR
El Papa Francisco, en una catequesis reciente sobre vicios y virtudes, habló sobre
“la avaricia, es decir, aquella forma de apego al dinero que impide al ser humano ser
generoso.
Es una enfermedad del corazón, no de la cartera.
Nosotros podemos ser señores de los bienes que poseemos, pero a menudo ocurre lo
contrario: al final, ellos nos poseen. Algunos hombres ricos no son libres, ni siquiera tienen
tiempo para descansar,
tienen que cubrirse las espaldas porque la acumulación de bienes
exige también su custodia. Están siempre angustiados, porque un patrimonio se construye
con mucho sudor, pero puede desaparecer en un momento. Olvidan la predicación

evangélica, que no afirma que las riquezas sean en sí mismas un pecado, pero sí que son
ciertamente una responsabilidad. Dios no es pobre: es el Señor de todo, pero – escribe San
Pablo- «siendo rico, se hizo pobre por nosotros,
a fin de enriquecernos con su pobreza» (2
Cor 8,9).

Eso es lo que el avaro no comprende. Podría haber sido causa de bendición para muchos,
pero en lugar de eso, se metió en el callejón sin salida de la infelicidad. Y la vida del avaro
es fea. ¡Tengamos cuidado! Y seamos generosos, generosos con todos y generosos con los
que más nos necesitan” (24-I-2024).

En su mensaje para esta Cuaresma, nos advierte: “Podemos apegarnos al dinero, a ciertos
proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas
personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos
enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes
que no han sucumbido al encanto de la mentira.

Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo”.

Ya nos había dicho en Evangelii gaudium: “¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa
ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que
los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la
solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor
del ser humano” (EG 58).

ACTUAR
Preguntémonos qué tanto somos esclavos del dinero, o administradores responsables
para usarlo en bien propio y de la familia, así como de la comunidad, en particular de las
personas con menos posibilidades. Y ayudemos a quienes reciben apoyos económicos del
gobierno, a no esclavizarse a un partido,
sino discernir quién puede servir mejor al país.
Que su criterio para votar no sea quién les da dinero, sino quién es mejor persona.