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COLUMNA

Soy pensamiento de Dios

¿Cómo influye la religión en la estructura familiar?

¿Qué dicen las Sagradas Escrituras con respecto al matrimonio y la familia?

8 noviembre, 2024
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Adolfo Prieto es licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Iberoamericana; tiene una segunda licenciatura en Ciencias Religiosas por la Universidad Pontificia de México y la Universidad La Salle; una maestría por en Ciencias de la Familia por el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Anáhuac y otra en Teología por la Universidad Lumen Gentium. Actualmente cursa un doctorado en Teología Espiritual. 

Cada religión, especialmente el cristianismo, el judaísmo y el islam, tiene un enfoque particular sobre el papel de la familia dentro de la sociedad y la espiritualidad, y tiene también raíces profundas en las culturas y religiones de todo el mundo.

Según Orígenes, la familia, desde la perspectiva cristiana, se considera una institución “divinamente ordenada”. Visión desarrollada desde el Antiguo Testamento, con el relato de Adán y Eva y su descendencia (Gn 1, 28; Gn 7, 1). La familia tenía claramente una estructura patriarcal, donde el Padre asumía el poder sobre ella (Dt 6, 7). Desde el principio Dios establece la familia como la unidad básica de la sociedad y la fe.

En el Nuevo Testamento, la familia toma una dimensión espiritual y ética más profunda. San Pablo, en sus cartas, enfatiza la importancia de las relaciones familiares, particularmente en la Carta a los Efesios (Ef 5, 22-33), donde se presenta la relación entre marido y mujer como un reflejo de la relación entre Cristo y la Iglesia. Los padres y los hijos también reciben directrices sobre cómo comportarse dentro del hogar cristiano.

Aunque la noción de familia ha existido desde tiempos inmemoriales, su formalización como unidad central en el cristianismo ocurre principalmente con la consolidación de la Iglesia en el siglo I d.C. La familia cristiana se consolida aún más en la Edad Media, cuando la Iglesia comienza a regular aspectos como el matrimonio y la crianza.

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La estructura familiar tal como la conocemos en el contexto cristiano se desarrolló en el Imperio Romano, cuando el cristianismo comenzó a ser la religión dominante. A partir del Edicto de Milán en 313 d.C., donde se establece la libertad de culto en el Imperio romano, la familia cristiana comenzó a ser vista como un reflejo de la comunidad eclesial, con roles específicos para el hombre, la mujer y los hijos.

A lo largo de la historia, el cristianismo ha modelado a la familia no solo como una unidad biológica, sino también como una comunidad de fe. La familia se ve como la “iglesia doméstica”, un lugar donde se cultiva la fe, se educa a los hijos en los valores cristianos y se vive una vida sacramental.

En la Edad Media, la Iglesia tuvo una fuerte influencia en la regulación del matrimonio y las normas familiares. El matrimonio cristiano comenzó a verse como un sacramento, lo que le dio un estatus sagrado, y las relaciones familiares se basaban en principios religiosos.

En nuestra época contemporánea, la Iglesia Católica y otras denominaciones cristianas han continuado promoviendo el papel de la familia como un pilar fundamental de la sociedad y de la vida cristiana, como se observa en los documentos, Humanae Vitae’ (1968) de Pablo VI o ‘Familiaris Consortio’ (1981) de Juan Pablo II.

La familia en otras religiones, como en el judaísmo, es central, siendo la transmisión de la fe y la observancia religiosa una tarea familiar. La importancia de la familia en el judaísmo se remonta a los patriarcas como Abraham y Moisés.

También en el islam, la familia ocupa un lugar fundamental, siendo el Corán y los hadices (compendio de textos que contemplan los dichos, las enseñanzas, el comportamiento y las aprobaciones silenciosas del profeta Mahoma), que guían el comportamiento de sus miembros. La estructura familiar islámica pone énfasis en el respeto mutuo y las responsabilidades sociales y espirituales.

Entre los filósofos en la historia, Platón (427 a.C – 347 a.C.), en su libro “La República”, dice que los hijos no deben crearse en las familias, porque los padres están capacitados para tenerlos, mas no para educarlos, contrario a lo que dice Aristóteles (384 a.C. – 322 a. C.): “Los padres que instruyen a sus hijos son preferibles a los que solamente los engendraron, pues estos le dan la vida, pero aquellos la vida feliz”. ¿Qué opinas?

Pero, regresemos a nuestra Fe. ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras con respecto al matrimonio y la familia?

El matrimonio ha sido pensado por Dios como un fortalecimiento en la vida de todo hombre y mujer con respecto a su unión, “Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo” (Ec 4, 9).

No es casualidad la creación del hombre y la mujer, como dos creaturas diferentes, ya que estos han sido creados para complementarse mutuamente, con dones y carismas diferentes, a parte del aspecto biológico, que es evidente. “No es bueno que el hombre esté sólo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gn 2, 18). “Esta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn 2, 23). “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 24).

Es así como empezaremos a introducirnos en el fascinante mundo del matrimonio y la familia, un mundo lleno de esperanza en la resurrección, que nos están queriendo modificar, cambiando nuestra esencia teológica, que es la perfección de la propia naturaleza, a una vida “sin sentido”.

En los próximos artículos iremos viendo diferentes aspectos de la familia, tanto religiosos como culturales y sociales. Del año 476, la caída del Imperio Romano de Occidente, hasta el descubrimiento de América en el año 1492, la organización social, política y económica han sufrido cambios importantes, sobre todo en el último siglo, donde la tecnología se ha manifestado en un Cambio de Época, repercutiendo en la familia tradicional, vista ahora como una familia virtual, aislada y sin compromisos. Es decir, llena de botones, voces, imágenes, información acelerada y un cambio de mentalidad que ha provocado un cambio fuerte en la manera de vivir nuestra fe.


Autor

Adolfo Prieto es licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Iberoamericana; tiene una segunda licenciatura en Ciencias Religiosas por la Universidad Pontificia de México y la Universidad La Salle; una maestría por en Ciencias de la Familia por el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Anáhuac y otra en Teología por la Universidad Lumen Gentium. Actualmente cursa un doctorado en Teología Espiritual.