¿Es congruente ser cristiano y vivir deprimido?

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COLUMNA

Columna invitada

Para que el nuevo año sea nuevo

Cada uno debe tratar de hacer que este 2021 sea un año de fraterna solidaridad y de paz para todos; un año cargado de confiada espera y de esperanzas.

6 enero, 2021

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Todos nos deseamos un año nuevo lleno de felicidad, sin tantos problemas, sin pandemias por el virus COVID 19, y sin otros virus igualmente dañinos y letales. Esto no será posible sin nuestra colaboración, sin nuestro esfuerzo personal y nuestra solidaridad social, apoyados siempre en el Señor y en nuestra Madre María. Un sobrino, en mi pueblo natal, con todos los cuidados de salud, me trajo a casa a unos esposos, con su hijita de ocho meses, que trabajan en los Estados Unidos, y vinieron a estar unos días con su familia, pero ya deben regresar por cuestiones laborales. Sólo pedían una bendición. Con gusto se las compartí y se fueron felices y confiados. Este 6 de enero, fui invitado por el Seminario de Toluca, del que soy fundador y en el cual recibí mi formación inicial, para una charla de preguntas libres con los seminaristas, luego celebrar la Misa y compartir la cena. Son pequeñas acciones para colaborar en la formación de mejores sacerdotes. Este 7 de enero, tendré una charla virtual con un grupo considerable de políticos de diferentes tendencias, casi todos mexicanos, sobre la propuesta que hace el Papa en Fratelli tutti, en orden a una buena y santa política para el bien común. Promueve esta charla una organización laical, con sede en Santiago de Chile, denominada Academia Latinoamericana de líderes católicos. Son pequeñas semillas, que esperamos den algún fruto. Pero algo hay que hacer, y no sólo quejarse, criticar y lamentar. Hay que sembrar, pues no se puede cosechar sin sembrar. Del 11 al 14 de enero, teníamos proyectados unos ejercicios espirituales con el clero de Cuernavaca, en forma presencial, pero se pospusieron, por restricciones de la pandemia. Del 19 al 21, colaboro, en forma virtual, con nueve charlas con los sacerdotes de la diócesis de Atlacomulco, en su programa de formación permanente, sobre la encíclica Evangelii gaudium, la carta apostólica sobre San José y el Proyecto Global Pastoral del episcopado mexicano 2031+2033. En vez de sólo criticar a los sacerdotes, todos podemos hacer algo para que sean mejores servidores de Dios y del Pueblo. Comparto estos hechos personales, con paisanos migrantes, con seminaristas, con políticos y con sacerdotes, no por arrogancia o vanagloria autorreferencial, que tanto critica el Papa Francisco, sino para animarles a ustedes a hacer cada quien lo que más pueda por los suyos y por la comunidad. De nosotros depende que el nuevo año sea nuevo en verdad. La oración, tan eficaz, es la fuente y el impulso para hacernos responsables unos de otros.

Pensar

El Papa Francisco, en su homilía del 1 de enero, nos dijo: “Es importante que hoy los sacerdotes bendigan al Pueblo de Dios, sin cansarse; y que además todos los fieles sean portadores de bendición, que bendigan. El Señor sabe que necesitamos ser bendecidos… Con el Hijo de Dios, no recibimos sólo palabras de bendición, sino la misma bendición: Jesús es la bendición del Padre. En Él el Padre, dice san Pablo, nos bendice ‘con toda clase de bendiciones’ (Ef 1,3). Cada vez que abrimos el corazón a Jesús, la bendición de Dios entra en nuestra vida. La Virgen enseña que la bendición se recibe para darla. Ella, la bendita, fue bendición para todos los que la encontraron… También nosotros estamos llamados a bendecir, a decir bien en nombre de Dios. El mundo está gravemente contaminado por el decir mal y por el pensar mal de los demás, de la sociedad, de sí mismos. La maldición corrompe, hace que todo degenere, mientras que la bendición regenera, da fuerza para comenzar de nuevo cada día. Pidamos a la Madre de Dios la gracia de ser para los demás portadores gozosos de la bendición de Dios, como ella lo es para nosotros”. Y agregó: “Qué importante es educar el corazón al cuidado, a valorar a las personas y las cosas. Todo comienza ahí, del hacerse cargo de los demás, del mundo, de la creación. No sirve conocer muchas personas y muchas cosas si no nos ocupamos de ellas. Este año, mientras esperamos una recuperación y nuevos tratamientos, no dejemos de lado el cuidado. Porque, además de la vacuna para el cuerpo, se necesita la vacuna para el corazón: y esta vacuna es el cuidado. Será un buen año si cuidamos a los otros… Sería hermoso encontrar tiempo para alguien. El tiempo es una riqueza que todos tenemos, pero de la que somos celosos, porque queremos usarla sólo para nosotros. Hemos de pedir la gracia de encontrar tiempo: tiempo para Dios y para el prójimo: para el que está solo, para el que sufre, para el que necesita ser escuchado y cuidado. Si encontramos tiempo para regalar, nos sorprenderemos y seremos felices. Que la Virgen nos ayude a dar nuestro tiempo”. En el  Angelus del 1 de enero, aludiendo a la Virgen María como Madre de Dios y nuestra, dijo: “La Virgen quiere tenernos entre los brazos, para cuidarnos como ha cuidado y amado a su Hijo. La mirada tranquilizadora y consoladora de la Santísima Virgen es un estímulo para que este tiempo, que nos ha dado el Señor, sea dedicado a nuestro crecimiento humano y espiritual, sea tiempo de suavizar los odios y las divisiones — hay muchas— sea tiempo de sentirnos todos más hermanos, sea tiempo de construir y no de destruir, cuidándonos unos a otros y de la creación. Un tiempo para hacer crecer, un tiempo de paz. Los dolorosos eventos que han marcado el camino de la humanidad el año pasado, especialmente la pandemia, nos enseñan lo necesario que es interesarse por los problemas de los otros y compartir sus preocupaciones. Esta actitud representa el camino que conduce a la paz, porque favorece la construcción de una sociedad fundada en las relaciones de fraternidad. Cada uno de nosotros está llamado a traer la paz y a traerla cada día y en cada ambiente de vida, sosteniendo la mano al hermano que necesita una palabra de consuelo, un gesto de ternura, una ayuda solidaria. Y esto para nosotros es una tarea dada por Dios. El Señor nos ha dado la tarea de ser trabajadores de paz”. Y remarcó todo esto en el Angelus del domingo pasado: “Os renuevo a todos mis buenos deseos para el año que acabamos de empezar. Como cristianos, huyamos de la mentalidad fatalista o mágica: sabemos que las cosas mejorarán en la medida en que, con la ayuda de Dios, trabajemos juntos por el bien común poniendo en el centro a los más débiles y desfavorecidos. No sabemos lo que nos traerá el 2021, pero lo que cada uno de nosotros y todos juntos podemos hacer es esforzarnos un poco más en cuidarnos los unos a los otros y a la creación, nuestra casa común”.

Actuar

Lo que propuso el Papa el 1 de enero, es oportuno para que este año sea nuevo: “Se trata de desarrollar una mentalidad y una cultura del ‘cuidado’, para derrotar la indiferencia, para derrotar el descarte y la rivalidad —indiferencia, descarte, rivalidad—, que lamentablemente prevalecen. Quitar estas actitudes. Cada uno de nosotros trate de hacer que sea un año de fraterna solidaridad y de paz para todos; un año cargado de confiada espera y de esperanzas, que encomendamos a la protección de María, madre de Dios y madre nuestra”. *El Cardenal Felipe Arizmendi es obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. ¿Ya conoces nuestra revista semanal? Al adquirir un ejemplar o suscribirte nos ayudas a continuar nuestra labor evangelizadora en este periodo de crisis. Visita revista.desdelafe.mx  o envía un WhatsApp al +52 55-7347-0775

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Todos nos deseamos un año nuevo lleno de felicidad, sin tantos problemas, sin pandemias por el virus COVID 19, y sin otros virus igualmente dañinos y letales. Esto no será posible sin nuestra colaboración, sin nuestro esfuerzo personal y nuestra solidaridad social, apoyados siempre en el Señor y en nuestra Madre María.

Un sobrino, en mi pueblo natal, con todos los cuidados de salud, me trajo a casa a unos esposos, con su hijita de ocho meses, que trabajan en los Estados Unidos, y vinieron a estar unos días con su familia, pero ya deben regresar por cuestiones laborales. Sólo pedían una bendición.

Con gusto se las compartí y se fueron felices y confiados.

Este 6 de enero, fui invitado por el Seminario de Toluca, del que soy fundador y en el cual recibí mi formación inicial, para una charla de preguntas libres con los seminaristas, luego celebrar la Misa y compartir la cena. Son pequeñas acciones para colaborar en la formación de mejores sacerdotes.

Este 7 de enero, tendré una charla virtual con un grupo considerable de políticos de diferentes tendencias, casi todos mexicanos, sobre la propuesta que hace el Papa en Fratelli tutti, en orden a una buena y santa política para el bien común. Promueve esta charla una organización laical, con sede en Santiago de Chile, denominada Academia Latinoamericana de líderes católicos.

Son pequeñas semillas, que esperamos den algún fruto. Pero algo hay que hacer, y no sólo quejarse, criticar y lamentar. Hay que sembrar, pues no se puede cosechar sin sembrar.

Del 11 al 14 de enero, teníamos proyectados unos ejercicios espirituales con el clero de Cuernavaca, en forma presencial, pero se pospusieron, por restricciones de la pandemia. Del 19 al 21, colaboro, en forma virtual, con nueve charlas con los sacerdotes de la diócesis de Atlacomulco, en su programa de formación permanente, sobre la encíclica Evangelii gaudium, la carta apostólica sobre San José y el Proyecto Global Pastoral del episcopado mexicano 2031+2033. En vez de sólo criticar a los sacerdotes, todos podemos hacer algo para que sean mejores servidores de Dios y del Pueblo.

Comparto estos hechos personales, con paisanos migrantes, con seminaristas, con políticos y con sacerdotes, no por arrogancia o vanagloria autorreferencial, que tanto critica el Papa Francisco, sino para animarles a ustedes a hacer cada quien lo que más pueda por los suyos y por la comunidad. De nosotros depende que el nuevo año sea nuevo en verdad. La oración, tan eficaz, es la fuente y el impulso para hacernos responsables unos de otros.

Pensar

El Papa Francisco, en su homilía del 1 de enero, nos dijo: “Es importante que hoy los sacerdotes bendigan al Pueblo de Dios, sin cansarse; y que además todos los fieles sean portadores de bendición, que bendigan. El Señor sabe que necesitamos ser bendecidos… Con el Hijo de Dios, no recibimos sólo palabras de bendición, sino la misma bendición: Jesús es la bendición del Padre. En Él el Padre, dice san Pablo, nos bendice ‘con toda clase de bendiciones’ (Ef 1,3). Cada vez que abrimos el corazón a Jesús, la bendición de Dios entra en nuestra vida.

La Virgen enseña que la bendición se recibe para darla. Ella, la bendita, fue bendición para todos los que la encontraron… También nosotros estamos llamados a bendecir, a decir bien en nombre de Dios. El mundo está gravemente contaminado por el decir mal y por el pensar mal de los demás, de la sociedad, de sí mismos. La maldición corrompe, hace que todo degenere, mientras que la bendición regenera, da fuerza para comenzar de nuevo cada día. Pidamos a la Madre de Dios la gracia de ser para los demás portadores gozosos de la bendición de Dios, como ella lo es para nosotros”.

Y agregó: “Qué importante es educar el corazón al cuidado, a valorar a las personas y las cosas. Todo comienza ahí, del hacerse cargo de los demás, del mundo, de la creación. No sirve conocer muchas personas y muchas cosas si no nos ocupamos de ellas. Este año, mientras esperamos una recuperación y nuevos tratamientos, no dejemos de lado el cuidado. Porque, además de la vacuna para el cuerpo, se necesita la vacuna para el corazón: y esta vacuna es el cuidado. Será un buen año si cuidamos a los otros… Sería hermoso encontrar tiempo para alguien. El tiempo es una riqueza que todos tenemos, pero de la que somos celosos, porque queremos usarla sólo para nosotros. Hemos de pedir la gracia de encontrar tiempo: tiempo para Dios y para el prójimo: para el que está solo, para el que sufre, para el que necesita ser escuchado y cuidado. Si encontramos tiempo para regalar, nos sorprenderemos y seremos felices. Que la Virgen nos ayude a dar nuestro tiempo”.

En el  Angelus del 1 de enero, aludiendo a la Virgen María como Madre de Dios y nuestra, dijo: “La Virgen quiere tenernos entre los brazos, para cuidarnos como ha cuidado y amado a su Hijo. La mirada tranquilizadora y consoladora de la Santísima Virgen es un estímulo para que este tiempo, que nos ha dado el Señor, sea dedicado a nuestro crecimiento humano y espiritual, sea tiempo de suavizar los odios y las divisiones — hay muchas— sea tiempo de sentirnos todos más hermanos, sea tiempo de construir y no de destruir, cuidándonos unos a otros y de la creación. Un tiempo para hacer crecer, un tiempo de paz.

Los dolorosos eventos que han marcado el camino de la humanidad el año pasado, especialmente la pandemia, nos enseñan lo necesario que es interesarse por los problemas de los otros y compartir sus preocupaciones. Esta actitud representa el camino que conduce a la paz, porque favorece la construcción de una sociedad fundada en las relaciones de fraternidad. Cada uno de nosotros está llamado a traer la paz y a traerla cada día y en cada ambiente de vida, sosteniendo la mano al hermano que necesita una palabra de consuelo, un gesto de ternura, una ayuda solidaria. Y esto para nosotros es una tarea dada por Dios. El Señor nos ha dado la tarea de ser trabajadores de paz”.

Y remarcó todo esto en el Angelus del domingo pasado: “Os renuevo a todos mis buenos deseos para el año que acabamos de empezar. Como cristianos, huyamos de la mentalidad fatalista o mágica: sabemos que las cosas mejorarán en la medida en que, con la ayuda de Dios, trabajemos juntos por el bien común poniendo en el centro a los más débiles y desfavorecidos. No sabemos lo que nos traerá el 2021, pero lo que cada uno de nosotros y todos juntos podemos hacer es esforzarnos un poco más en cuidarnos los unos a los otros y a la creación, nuestra casa común”.

Actuar

Lo que propuso el Papa el 1 de enero, es oportuno para que este año sea nuevo: “Se trata de desarrollar una mentalidad y una cultura del ‘cuidado’, para derrotar la indiferencia, para derrotar el descarte y la rivalidad —indiferencia, descarte, rivalidad—, que lamentablemente prevalecen. Quitar estas actitudes. Cada uno de nosotros trate de hacer que sea un año de fraterna solidaridad y de paz para todos; un año cargado de confiada espera y de esperanzas, que encomendamos a la protección de María, madre de Dios y madre nuestra”.

*El Cardenal Felipe Arizmendi es obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

¿Ya conoces nuestra revista semanal? Al adquirir un ejemplar o suscribirte nos ayudas a continuar nuestra labor evangelizadora en este periodo de crisis. Visita revista.desdelafe.mx  o envía un WhatsApp al +52 55-7347-0775