Una fiel secretaría
Una humilde secretaria llegaba a su puesto de trabajo, después de haber visitado la pequeña capilla del Santísimo.
Muy de mañana, una humilde secretaria llegaba a su puesto de trabajo, después de haber visitado la pequeña capilla del Santísimo ubicada dentro del colegio donde laboraba.
-¿De dónde vienes? – Le preguntó a quemarropa, la administradora.
– Del Santísimo
– Pero, ¿cómo sabes que ahí está el Señor?
– Está encendida la vela roja.
– Pero, ¿cómo sabes que ponen ahí hostias consagradas? A lo mejor ya tiene bastante tiempo sin que abran ese sagrario, ahí que yo sepa nunca hay misa.
– Yo creo que ahí está, – contestó la secretaria.
– ¿Cómo puedes estar tan segura, abriste el sagrario?
– No hace falta.
– ¿Cómo que no hace falta? Puede que no haya ya nada.
– Yo no necesito comprobar. Yo tengo fe que ahí están.
– ¿Quieres que vayamos a ver?
– Si tú quieres vamos, pero yo no necesito saber.
– Vamos, ¿dónde está la llave?
– Está guardada, deja pregunto quién la tiene.
Ya dentro de la pequeña capilla, la secretaria le dice:
– Ten las llaves, abre tú el sagrario, puesto que tú eres la que quieres saber.
– (Dando vueltas al cerrojo con la llave, la administradora intenta abrir, pero sin éxito) Oye, pero no abre, ayúdame.
– A ver déjame ver. (Y dando una vuelta simple a la llave, se abrió el sagrario). Ya está abierto, puedes ver. (Y sin acercarse a observar, se retira).
Ya de rato, de vuelta en la oficina:
– Discúlpame
– No tienes de qué disculparte, fue necesario para tu fe. Para mí, el Señor estaba ya presente, y no era necesario comprobarlo. Y te digo una cosa más, aunque no hubiera habido hostias en el sagrario, yo sigo creyendo en un Dios que nunca se va, que nunca huye, y que si lo aceptamos, estará siempre en nuestro corazón.
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