La voz que encanta
Para un cristiano, morir es ir y ver: ir al lugar donde mora Jesús –a la casa del Padre- y, como los discípulos, quedarse con Él todo ese largo día llamado eternidad.
Andando por una callejuela de Roma, vi que una señora vaciaba una caja de libros en un contenedor de basura. Otro que no hubiera sido yo, habría pasado de largo. Pero yo soy yo, y yo allí donde veo libros me detengo. Le dije que, si quería, yo le ayudaba a tirarlos. Ella aceptó y se marchó.
¡Una caja de libros para mí! ¿Qué joyas habría ahí? Saqué el primero: Parque jurásico. ¡A la basura! El segundo: Cujo, de Stephen King, ¡a la basura! El tercero, y ¡lo mismo! Hasta que del fondo salieron tres revistas católicas. Pensé leerlas en el camino y luego tirarlas. Pero Dios sabe lo que hace, pues en una de aquellas revistas me encontré un artículo bellísimo que cambió por completo mi concepción de la muerte.
Decía así en una de sus partes: “Señor, ¿qué cosa es la muerte si no la voz de la vida cubierta con un velo negro? A veces pienso que es tu misma Voz la que nos llama. El rostro inmóvil e inexpresivo de los muertos me parece en escucha de la Voz con la que nos llamas desde los confines de la eternidad. Basta una nota de tu Voz para hacernos perder totalmente los sentidos, para quedar como embebidos, como petrificados; y me parece descubrir dibujada en los labios pálidos de los muertos una sonrisa de ligera ironía por todos nuestros miedos y fantasías… La muerte es el esposo, eres tú, que llegas de improviso y nos llevas al banquete”.
No es que los muertos no quieran ya escuchar nuestras voces; es que, al escuchar esa otra Voz… han guardado un profundo silencio y se han aquietado. Sí, la muerte para un cristiano no puede ser otra cosa que un obediente sí al Ven y sígueme que le es dicho por esa Voz cuyo encanto nadie puede resistir.
“Maestro, ¿dónde vives?”, le preguntaron a Jesús sus primeros discípulos. Y Él les respondió: ‘Venid y lo veréis’ (Juan 1, 38-39). Para un cristiano, morir es ir y ver: ir al lugar donde mora Jesús –a la casa del Padre- y, como los discípulos, quedarse con Él todo ese largo día llamado eternidad.
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