Pascua de resurrección: Nuestra oportunidad
Uno de los preceptos más abordados por Jesús fue el amor al prójimo, y hoy, lamentablemente es lo que más nos hace falta
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El Domingo fue uno de los días más significativos a lo largo del año, y es que la Pascua es el momento más importante para la fe católica porque no sólo marca un parteaguas en la historia, sino que además nos invita a reflexionar sobre el significado del sacrificio y del amor al prójimo.
La vida y obra de Jesús de Nazaret, no sólo es transcendental, sino que además delimita mucho de lo que como buenos cristianos deberíamos replicar; Él nos enseñó a amar sin pretensiones, a no esperar una retribución por aquello que damos, a entregarnos como seres humanos, pero sobre todo como hermanos, lo cual ante una realidad cada vez más egoísta es sumamente difícil.
La Pascua finaliza un periodo de 40 días de penitencia, tiempo que los cristianos ocupamos no sólo para reconocer nuestras faltas, sino además intentar encontrar un nuevo camino para enmendarlas. El pasado Domingo nos permitió recordar que la pasión, muerte y resurrección de Jesús, nos deben conminar a entender que las experiencias no pueden centrarse en el dolor, sino en la certeza de que este aprendizaje nos hará crecer, nos muestra una versión mucho mejor de nosotros y nos permite continuar en el destino que Dios nos tiene preparado.
Esta fecha debe convertirse en un momento que nos impulse a mirar al prójimo y a nuestro alrededor con más bondad y empatía, pero sobre todo a hacerlo con Sinodalidad; porque como bien diría el Papa Francisco: “La palabra “sínodo” contiene todo lo que necesitamos entender: “caminar juntos” (…) Caminar juntos —laicos, pastores, obispo de Roma— es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica.”
Porque este acompañamiento, pero sobre todo hermanados, nos brinda la oportunidad de expresar amor y compasión, nos insta a sentir como nuestro el dolor ajeno y por supuesto que también nos motiva a arrepentirnos, a mirar nuestras acciones con la certeza de que el cambio es posible gestarlo.
Uno de los preceptos más abordados por Jesús fue el amor al prójimo, y hoy, lamentablemente es lo que más nos hace falta; mirar a aquel que sufre con la firme certeza de que podemos ayudar, con la compasión suficiente para no hacerlo sentir mal, sino para impulsarlo a entender que a veces las experiencias deben aparecer de la forma más extraña; con la esperanza de que en algún momento la ayuda que brindamos sea replicada y que así hagamos una enorme cadena de favores, porque no hay mejor manera de pagar la ayuda que apoyando a alguien que lo necesite, porque estoy convencido que si fomentáramos el amor al prójimo, los índices delictivos y los niveles de violencia bajarían significativamente.
Durante esta Pascua los invito a que vayamos más allá del resentimiento, que aunque escuchar la voz de nuestra fe en un mundo mucho más crítico se vuelve complicado, no perdamos de vista que la comunicación con Dios siempre será un vínculo que nos permitirá consolidar nuestra fe y convicciones como católicos.
¡Felices Pascuas de resurrección!
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*El autor es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.