La indiferencia es la gran tentación y frente a ella, el Adviento es un llamado a recuperar la sensibilidad y construir comunidad. Este tiempo litúrgico es un ejercicio de lucidez, obliga a reconocer la desigualdad
estructural y la exclusión. La corona de Adviento, más allá de la ornamentación navideña, funciona como un mapa ético.

Cada una de sus cuatro velas encarna una fuerza capaz de reconstruir tejidos. La esperanza, primera luz, es el motor para confiar en políticas públicas transformadoras de vidas. En la Ciudad de México, programas como Territorios de Paz o el Sistema Público de Cuidados, impulsados por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, muestran que la confianza puede institucionalizarse cuando un gobierno decide que la seguridad nace también de la inclusión.

La paz, segunda vela, exige más que ausencia de violencia. Es una opción política, arquitectura moral orientadora de decisiones gubernamentales y comunitarias. Implica rechazar la lógica de confrontación, fortalecer mecanismos de mediación y abrir caminos de reparación. La paz, entendida así, se convierte en práctica diaria inhibidora de fragmentación social.

En su tercera vela, la corona de Adviento recuerda que una comunidad necesita celebrar para mantenerse viva. La alegría es un acto político que recupera la identidad colectiva, reconoce logros compartidos y devuelve sentido de pertenencia.

La cuarta vela, el amor, habla de responsabilidad, decisión de servicio, voluntad de acercarse a quienes cargan con las fracturas más profundas. Implica la capacidad de corregir la indiferencia y desactiva el individualismo, escuchar a quienes viven solos, acompañar a familias en duelo, abrir espacios seguros para mujeres y niñas, integrar a quienes buscan una segunda oportunidad.

Este tiempo de Adviento coincide con un momento crucial para el país. La intención del gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum de invitar al Papa León XIV a visitar México revela una disposición a un diálogo espiritual y social en torno a la fraternidad, paz y justicia. Una visita así sería oportunidad para visibilizar esfuerzos los desplegados en prevención o cohesión comunitaria.

Cada vela encarna una forma de mirar al otro. La esperanza es política pública que abre futuro; la paz es justicia que restaura; la alegría es convivencia dignificadora, y el amor es servicio transformador. Es tiempo de Adviento y comunidad.

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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