San Francisco y la pobreza multimodal
El desafío persiste, en lo económico y comunitario: fortalecer el vínculo fundado en la solidaridad y la vida en comunidad
Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).
La reciente medición de la pobreza multidimensional, emprendida por primera vez por el INEGI, abre un horizonte para comprender las formas de exclusión en México, no solo la referida a carencias materiales, también en lo afectivo y relacional.
Así lo reconoce este nuevo enfoque estadístico, el cual revela que entre 2018 y 2024 13.4 millones de personas salieron de la pobreza. En el 2018 sumaban 51.9 millones y el año pasado fueron 38.5 millones.
El análisis económico expone avances en el acceso a seguridad social, calidad y espacios para la vivienda y alimentación nutritiva y de calidad. El pendiente está en los servicios de salud.
Aunque la vida humana no se sostiene únicamente por condiciones materiales. La conexión emocional, vínculos comunitarios, pertenencia y sentido identitario configuran una riqueza que no se deja capturar por estudios socioeconómicos.
La doctrina social de la Iglesia ha insistido en que la exclusión espiritual y comunitaria es tan perniciosa como la precariedad material. Cuando una persona no participa, no es escuchado o no encuentra acogida, queda desplazada.
El pensamiento cristiano no idealiza al pobre, pero sí lo reconoce como punto de partida para evaluar la justicia y el orden social. La pobreza incluye la imposibilidad de participar, la negación del Salvadorreconocimiento y la ruptura del lazo comunitario.
En este horizonte se sitúa la figura de San Francisco de Asís, quien renunció a lo que el mundo llama riqueza, no por ascetismo, sino por una intuición más profunda: la fraternidad no es posible cuando existen barreras de propiedad que niegan la comunión.
San Francisco no vivió entre los pobres, vivió como uno de ellos, se despojó de todo privilegio heredado. Su vida fue testimonio de una pobreza elegida como acto de libertad y como denuncia del orden establecido. En él, la carencia se transfiguró en presencia; la vulnerabilidad se volvió forma radical de encuentro.
En la política social institucional hay evidencias de cambio. En la Ciudad de México, la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, desarrolla programas sociales como “Desde la cuna”, “Ingreso Ciudadano Universal” o “Salud Casa por Casa”, y la redistribución del trabajo no remunerado contribuirá a profundizar los resultados contra la pobreza.
El desafío persiste, en lo económico y comunitario: fortalecer el vínculo fundado en la solidaridad y la vida en comunidad.