Arquitectura para la paz
La iglesia, tradicionalmente vista como un espacio espiritual, juega un rol activo en la promoción de la paz
Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).
La armonía se construye, negocia y sostiene todos los días, especialmente en contextos urbanos donde los conflictos están siempre latentes. Se elabora a partir de encuentros, procesos sostenidos e intervenciones oportunas.
En el caso Iglesia San Jorge, donde un instructor de crossfit fue tomado como rehén dentro del Centro Pastoral de Atención a la Juventud luego de un conflicto con su agresor —quien fue abatido por la policía en estricto apego a la Ley Nacional sobre el Uso de la Fuerza— nos lleva a una pregunta central: ¿dónde y cuándo se agotó la posibilidad de desactivar el conflicto antes de poner vidas en riesgo?
No todas las situaciones llegan a ese punto, la diferencia está en qué tan pronto se reconocen las divergencias y los métodos para resolverlos se aplican correcta y oportunamente.
Esa construcción de canales pacíficos, en su versión más eficaz, comienza antes del estallido. Requiere canales visibles, actores confiables y voluntad para abordar desacuerdos antes de que se transformen en amenazas.
La iglesia, tradicionalmente vista como un espacio espiritual, juega un rol activo en la promoción de la paz. Su cercanía con la comunidad, su autoridad moral y capacidad de convocatoria la convierten en un actor fundamental para la reconciliación.
Instituciones como el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX —aludido por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, junto con la Consejería Jurídica, la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Fiscalía General de Justicia como instancias para la resolución pacífica de conflictos— ofrecen una forma de intervenir desde la escucha, el acompañamiento y el respeto. Su labor consiste en promover cultura cívica e invitar al diálogo.
Frente al conflicto comunitario están también los canales de alerta ciudadana, como las líneas operadas por el C5: el 9-1-1 para emergencias, el 089 para denuncias anónimas, el *765 SOS Mujeres, son recursos que ayudan a intervenir antes del colapso. Cuando estos sistemas funcionan, el diálogo no desaparece, se reactiva.
Cada mecanismo activado a tiempo representa una vida que no fue puesta en riesgo. Aunque el conflicto es parte de la vida común, su desenlace depende de la calidad de las respuestas, de la fuerza del tejido institucional y de la convicción de que evitar la violencia es un trabajo compartido. Ahí está la arquitectura para la paz.
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