En la construcción de la paz cada actor social dispone de sus mejores herramientas. Unos desarrollan políticas públicas en seguridad, otros apoyan a las víctimas o educan a quienes están en riesgo.

Históricamente, la intervención de la Iglesia en la creación de espacios seguros ha sido fundamental en la consolidación de redes de apoyo en parroquias, congregaciones u organizaciones laicas.

Ese enfoque comunitario permite trabajar en una cultura de paz enfocada en prevenir la violencia y promover la cohesión social a través de valores éticos y espirituales.

Lo ha hecho el clero en su participación en Sí al Desarme, Sí a la Paz, programa realizado en la Ciudad de México, junto con autoridades locales y federales, así como con organismos civiles como el Consejo Ciudadano.

Son una manifestación de la oportunidad de transformar desde lo comunitario.

Lo es también el diálogo entre la Presidenta Claudia Sheinbaum y la Conferencia del Episcopado Mexicano, donde se reconoció la voluntad por atender las causas sociales que dan origen a los delitos y la necesidad de un trabajo conjunto.

Hay diversas expresiones de esa colaboración. En la Ciudad de México, la Iglesia ha abierto las puertas de templos y centros comunitarios para ofrecer refugio y asistencia a víctimas de la violencia. A través de programas de ayuda social y psicológica, trabaja para recuperar la salud emocional de las comunidades afectadas.

Un ejemplo es la parroquia de Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa. Ahí, los sacerdotes y voluntarios brindan apoyo psicológico y emocional a las familias afectadas e impulsan actividades comunitarias para construir un sentido de cohesión social que contrarreste la fragmentación provocada por la violencia. Una contribución visible en la disminución de la incidencia delictiva, aunque falta por hacer.

Su capacidad para influir en las comunidades vulnerables se debe en gran parte a su neutralidad y su carácter apolítico, lo que le permite ganarse la confianza de las y los ciudadanos.

La Iglesia ha probado ser una fuerza positiva en la creación de espacios seguros y en la promoción de una cultura de paz desde la comunidad. El fortalecimiento de la seguridad requiere un enfoque integral que involucre no solo a las fuerzas del orden, sino también a la sociedad civil y a sus integrantes.

En ellas están las armas de la fe.

Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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