¿Qué nos dijeron los mexicanos en las elecciones?
Eduquémonos para discernir qué nos dice Dios en las diferentes realidades de nuestro pueblo, como ahora en las recientes elecciones
Mirar
Fue arrollador el triunfo electoral del partido en el poder; eso no se puede negar. La gran mayoría votó por que siga adelante su proyecto. ¿Eso qué significa para quienes no hemos estado de acuerdo en todo lo que ese proyecto implica? Hay muchas interpretaciones sobre este hecho; ofrezco mi punto de vista, que es limitado, pero puede ayudar.
Aunque hubo una gran participación ciudadana, no votaron cerca de 40 millones, a pesar de toda la propaganda en la televisión y en los diferentes medios para que el pueblo acudiera a emitir su voto. Los obispos insistimos mucho en ello, sin violar las leyes canónicas y civiles, y muchísimos no nos hicieron caso. ¿Eso qué significa? Es cierto que muchos intentaron votar y no pudieron por diversos motivos, pero una gran cantidad es apática e indiferente; no les importa el rumbo del país, sino sólo sus inmediatas necesidades. ¿Qué hacer para que participen? Con paciencia seguir insistiendo en los motivos para que sean ciudadanos responsables. Como Iglesia, necesitamos dar a conocer la Doctrina Social de la Iglesia en nuestros grupos, en las catequesis y por todos los medios modernos electrónicos. Es una semilla que tarde o temprano dará su fruto.
En todas partes se vive un ambiente de inseguridad y violencia, tanto por los delitos del fuero común, como por la incidencia social y política de la delincuencia organizada, que empezó en sexenios anteriores, pero que ahora ha crecido sin control, porque el gobierno en turno no ha podido o no ha querido enfrentarla en forma más contundente. Ya no es tanto el narcotráfico, que sigue con sus actividades ilícitas, sino la extorsión, el cobro de piso, que pobres y ricos padecen. A pesar de esto, la mayoría votó por que siga la misma estrategia del gobierno federal. ¿Eso qué significa? Aunque hayamos insistido mucho, en forma explícita o subliminal, que seamos más críticos ante la realidad nacional y local, no nos hicieron caso; pareciera que nos dicen que están de acuerdo con el sistema actual y quieren que siga. Nos hace pensar que los obispos no tenemos mucha incidencia en la mayoría, en este y en otros asuntos, sino acaso en pequeñas minorías. Nos consolamos diciendo que el Reino de Dios está y crece en las pequeñas semillas, pero ojalá que éstas dieran más fruto.
Insistimos de mil maneras que nuestro pueblo votara por convicción personal buscando el bien común, y no sólo por el interés de seguir recibiendo los apoyos sociales que, desde sexenios anteriores, el gobierno ha establecido, pero que ahora se aumentaron en forma muy demagógica. Está muy bien que se apoye a jóvenes, a mujeres en situaciones especiales, a ancianos y pobres en general, pero que no sea por intereses electorales. A pesar de nuestras recomendaciones, la mayoría apoyó con su voto a quienes les dan y les prometen más dinero en su bolsillo. Así votaron no sólo segmentos populares, sino clases medias y altas, que también reciben estos apoyos, aunque algunos son autosuficientes y no los necesitan tanto; lo justifican con varias razones. ¿Eso qué significa? Que el dinero sigue mandando y que con dinero se pueden comprar las conciencias, para que sean ciegas y no vean la realidad completa. Debemos seguir luchando para que el dinero no sea el criterio más decisivo en la vida, sino otros valores que cuentan mucho más.
DISCERNIR
Los obispos mexicanos, en el Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, haciéndonos conscientes de que debemos escuchar y discernir las diferentes realidades de nuestro pueblo, decimos:
“Acercarse a la realidad del mundo y del Pueblo de Dios, es el punto de partida para apacentarlo y un lugar sagrado para sus pastores, porque en ella se encuentran las alegrías y las esperanzas más profundas; además ahí contemplamos los dolores, las luchas y los sufrimientos más sentidos. Queremos acercarnos a ella con los ojos bien abiertos para contemplar este bendito espacio de vida, alertar bien nuestros oídos para escuchar los gritos de nuestro pueblo y encender nuestro corazón para acoger con fe y un profundo amor, la voz del Señor que se manifiesta a través de ella” (22).
“Los Obispos de esta amada Iglesia, queremos quitarnos las sandalias al igual que Moisés y despojarnos de toda pretensión de orgullo y soberbia, para acercarnos a este lugar sagrado de la realidad con humildad, ofreciendo la Verdad de Jesucristo para que pueda resplandecer y restaurar la verdad y la vida digna que Dios quiere para sus hijos. Hemos podido escuchar la voz de Dios que dijo a Moisés y que ahora nos dice a nosotros: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto; he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos… El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios los afligen. Así que ponte en camino: yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto (Ex 3,7.9-10). El momento presente exige de la Iglesia ver y escuchar esas aflicciones de su pueblo, para renovar con esperanza su misión y proponer la Verdad del Evangelio, en la riqueza de este diálogo cultural” (167).
ACTUAR
Eduquémonos para discernir qué nos dice Dios en las diferentes realidades de nuestro pueblo, como ahora en las recientes elecciones, y ofrecerle la luz del Evangelio para, juntos, seguir sembrando y colaborar en la construcción del Reino de Dios, que es verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz.