¿Qué pide el Papa para enero del 2025?

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COLUMNA

Granito de mostaza

Esperanza activa para un nuevo año

Esperar, da sentido a la vida, a la lucha, al esfuerzo, a la alegría y a la fortaleza ante las adversidades

2 enero, 2025

Hechos

La esperanza mueve al mundo. Desde unos padres que esperan con ilusión la llegada de un hijo bien deseado, hasta quien muere sereno con la esperanza de vida eterna. Esperar, da sentido a la vida, a la lucha, al esfuerzo, a la alegría y a la fortaleza ante las adversidades.

Los que estudian anhelan obtener un título que les abra caminos para una profesión exitosa e ingresos económicos satisfactorios. Aunque tengan que desvelarse para hacer sus tareas y abstenerse de fiestas cuando llegan los exámenes, lo hacen convencidos de que esos sacrificios rendirán buenos frutos.

Los migrantes se exponen a muchas limitaciones y a peligros, con tal de llegar a un lugar donde puedan obtener una vida mejor. Los encarcelados cuentan los días y las horas que faltan para lograr su libertad. Los campesinos trabajan mucho, expuestos al sol y a las inclemencias del tiempo, con la ilusión de sacar el pan de cada día para ellos y sus familias. Los buenos gobernantes sacrifican su tiempo y su descanso para estar disponibles a las necesidades de la comunidad, porque esperan un reconocimiento público, o una reelección. Los enfermos soportan inyecciones, operaciones y ayunos con tal de recuperar la salud. Y así podríamos enumerar tantas otras situaciones en que la esperanza nos sostiene en pie. Cuando cambia un sexenio gubernamental, esperamos que se corrijan los errores del anterior.

Por lo contrario, aumentan los suicidios de quienes han perdido la esperanza. Pareciera que no ven salida a sus problemas económicos, familiares, laborales o emocionales. Lo mismo les pasa a alcohólicos y drogadictos, quienes sólo perdiendo la conciencia se olvidan momentáneamente de sus problemas, complejos, fracasos e incertidumbres. En vez de condenarlos, hemos de comprenderlos y ayudarles a recobrar la esperanza.

Iluminación

Con motivo de los 2025 años de la Encarnación del Hijo Eterno de Dios Padre, en Cristo, el Papa Francisco nos ha convocado a un Año Santo o Jubilar, no tanto para festejos y obtener ingresos económicos, sino para abrir puertas y que muchísimas personas se acerquen a Dios, fuente de esperanza. El lema para este año lo dice todo: Peregrinos de Esperanza. La cita bíblica básica es: «La esperanzano defrauda» (Rom 5,5).

Cuando abrió la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, la noche del 24 de diciembre pasado, iniciando así el Jubileo, nos invitó a una esperanza no pasiva, sino activa, acercándonos al Señor, para en El encontrar fuerza y ayudarle a remediar los males de nuestro mundo:

“¡Hay tantas desolaciones en nuestro tiempo! Pensemos en las guerras, en los niños ametrallados, en las bombas sobre las escuelas y sobre los hospitales. Este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que éste llegue a ser realmente un tiempo jubilar. Que llegue a serlo para nuestra madre tierra, desfigurada por la lógica del beneficio; que llegue a serlo para los países más pobres, abrumados por deudas injustas; que llegue a serlo para todos aquellos que son prisioneros de viejas y nuevas esclavitudes.

Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida: en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí.

La esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime. Esta esperanza nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia.

La esperanza no tolera la indolencia del sedentario, ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar; la esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana exige de nosotros la audacia, nuestra responsabilidad y nuestra compasión. No quedarnos quietos. No olvidemos que el agua estancada es la que primero se corrompe.

El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón. Con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda. A nosotros, discípulos del Señor, se nos pide, en efecto, que hallemos en Él nuestra mayor esperanza, para luego llevarla sin tardanza, como peregrinos de luz en las tinieblas del mundo. Ser capaces de llevar la esperanza a las situaciones de nuestra vida. Y esta es nuestra tarea, traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida” (24-XII-2024).

Acciones

¿Quieres tener esperanza y llevarla a los demás? Acércate a Jesús, recibe su perdón, encuentra en El la fortaleza y la audacia para luchar contra los males de este mundo. Empecemos el año con este espíritu.

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*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.