Cuatro ideas sobre el poder eclesial
Podríamos decir también que el poder es una relación dinámica y descentralizada que atraviesa todas las relaciones, de acuerdo con el pensamiento de Foucault
Siendo un tema profundamente abordado por la filosofía del siglo XX, quisiéramos remarcar, en cuatro entregas, algunos aspectos que podrían abonar a la reflexión sobre el poder eclesial:
PRIMERO
La pregunta del millón es: ¿qué es el poder? Y la pregunta que nos compete y desvela: ¿por qué es importante seguir hablando sobre poder en la iglesia?
Según nuestra perspectiva, la noción de poder ha cambiado tanto como la humanidad misma; la filosofía y la teología dan cuenta de esto. Podríamos definir el poder como la capacidad de ejercer influencia sobre algo, aludiendo a la dýnamis o al Krátos, ambos conceptos griegos retomados por Aristóteles.
Podríamos decir también que el poder es una relación dinámica y descentralizada que atraviesa todas las relaciones, de acuerdo con el pensamiento de Foucault. Ya sea que nos inclinemos por una u otra de las concepciones anteriores, en lo que la mayoría habremos de coincidir, es que el poder es más complejo de lo que se planteó hace más de 25 siglos, y también de lo que decía Foucault.
Pero entremos ya al tema que nos interesa como bautizados: es tan compleja la definición de poder, que san Pablo VI en Elcclesiam Suam nos dice: “El poder es el servicio”, dejando a la filosofía de cabeza. Esta definición es la que tomaremos, pues no sólo define el poder del Evangelio, sino que señala las relaciones de la iglesia ad intra y ad extra, para nosotros y el mundo.
Recordando la flecha que san Juan XXIII lanzaba al corazón de una Iglesia que se preparaba para el Concilio Vaticano II, cuando decía emocionado: “Lumen Christi: lumen Ecclesiae: lumen gentium”. Ya hablaremos en una segunda entrega sobre el ‘Poder institucional’. En una tercera sobre ‘Responsabilidad, Transparencia y Acountability’, y en una cuarta cerraremos con ‘El poder es servicio’, para seguir abriendo la reflexión.