La Gracia del Jubileo
Seguramente este año estará lleno de retos y dificultades, pero podemos modificar la manera de enfrentarlo haciendo el bien
Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos.
Terminaron las fiestas navideñas que, a pesar de tantas adversidades que vivimos en el 2024, llenaron nuestro corazón de optimismo, de buenos deseos, grandes propósitos y despertaron nuevamente nuestra esperanza.
Poco a poco vamos volviendo a la normalidad, en donde enfrentamos los pequeños y grandes desafíos que nos confrontan con la realidad, y la magnitud de la crisis de la época que nos tocó vivir; evidenciando nuestra pequeñez y los impedimentos para lograr un cambio.
Cuando a pesar del esfuerzo diario, la injusticia, con todas sus máscaras, se hace presente en nuestra vida y nuestro entorno, el ánimo decae; y la desesperanza, como un arma del demonio, comienza a hacer estragos en nuestra Fe carcomiendo todos nuestros buenos propósitos.
Pero Jesús, es “nuestra esperanza” y este año tenemos la Gracia especial del Jubileo para fortalecer nuestra Fe y facilitar nuestro encuentro constante con El.
El Papa Francisco ha puesto a la esperanza como mensaje principal en este Jubileo Ordinario, y nos regala una hermosa reflexión de su valor junto con la fe y la caridad, porque “la esperanza no defrauda”.
Quizá nuestra determinación para convertir nuestros buenos deseos en acciones concretas no transforme al mundo, ni siquiera se note. Pero podemos brindar esperanza a nuestro alrededor en el día a día: sembrar alegría, regalar sonrisas, y tiempo, y ternura. Dar un poco de nosotros mismos al migrante que cruza nuestro camino, al anciano que nadie visita, y al que ha perdido la paz.
Nos dice el Papa en su bula: “que a nadie le falte nunca la esperanza de una vida mejor”. Como cristianos sabemos que no todo está perdido, que es necesario que todos “recuperemos la alegría de vivir” y el sentido de la vida.
Seguramente este año estará lleno de retos y dificultades, pero podemos modificar la manera de enfrentarlo haciendo el bien y disponiendo nuestro corazón a cruzar la Puerta Santa las veces que sea necesario para reavivar nuestra Fe, nuestra Esperanza y nuestra Esperanza.
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