El encuentro de Jesús con la samaritana, y su relación con el Bautismo
A partir de hoy los textos nos preparan a recibir el Bautismo en Pascua.
Jesús entre los samaritanos (Jn 4)
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva”. La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”. La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. [Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”. La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, Él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”. [En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde Él estaba. Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”. Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es, de veras, el salvador del mundo”. Palabra del Señor.
El encuentro de Jesús con la samaritana, ¿Por qué se relaciona con el Bautismo?
Estamos en el III Domingo de Cuaresma usando las lecturas del primer ciclo (A) de los tres que se alternan año con año. Por ello, a partir de este domingo leeremos textos del Evangelio de san Juan que hacen la preparación para recibir el Bautismo el día de la Pascua.
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Particularmente este día se nos presenta el encuentro de Jesús con la samaritana. Es importante resaltar que hay dos características por las cuales no debería darse este encuentro. En primer lugar, estaba prohibido que una mujer sola hablara con un hombre a solas no siendo parientes o paisanos. En segundo lugar, no era bien visto que un judío quisiera entablar diálogo con un samaritano.
Con esos datos queda claro que Jesús no se detiene por las normas sociales del entorno. Dentro del diálogo, le ofrece a la mujer agua viva. En aquellos tiempos así se le llamaba al agua de los ríos para diferenciarla de la de los pozos, porque la primera era mejor que la segunda.
Sin embargo, Jesús se refería a un don espiritual muy superior al agua común y corriente. Así pues, este pasaje sirve para iniciar a las personas que serán bautizadas en la Semana Santa, para comprender que el agua con que serán bautizados es un signo eficaz de la vida eterna. Así se lo dice Jesús a la samaritana: “el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial de agua que mana hasta la vida eterna”.
Jesús hablaba de dones espirituales y la mujer comprendía solamente cosas de este mundo, por eso, cuando Jesús le dijo cosas secretas sobre su pasado y su presente aquella mujer cayó en la cuenta de que estaba frente a un profeta. Aquí es bueno detenernos para ver cómo Jesús ha pasado de ser un extraño judío a ser un profeta.
Dentro del pasaje todavía se dará un paso más que es reconocer a Jesús como Mesías, es decir, el Salvador del mundo que había de venir. Este proceso de comprensión y profundización del conocimiento de Jesús también refleja el proceso del catecumenado.
Aquellos que se preparan para recibir el primero de los Sacramentos cristianos inician conociendo muy superficialmente a Dios y a su Hijo Jesucristo. Una tarea muy importante de los catequistas y de la comunidad cristiana en general es procurar que ese conocimiento se profundice. Todos entendemos que la revelación de la divinidad del Señor fue obra de Dios mismo y no del esfuerzo humano, pero nosotros, como la mujer y luego los demás samaritanos, seguimos un camino de confianza y obediencia al Señor que permite apropiarnos de esa revelación divina.