Lectura del santo Evangelio

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. (Lc. 1, 39-45)

Reflexión

Estamos a unos cuantos días de celebrar la Navidad, y el día de hoy el texto nos dice que Isabel, prima de la virgen María, quedó llena del Espíritu Santo. ¿Qué quiere decir esto? Iniciamos la investigación con el Antiguo Testamento, en el cual el espíritu de Dios es una forma específica de su presencia.

Los judíos no creen, como nosotros los cristianos, que haya un solo Dios en tres personas. Por ello el espíritu de Dios es la presencia misteriosa de Dios que reviste a alguien para que realice acciones que Dios quiere. Por ejemplo, se dice que Dios llenó al joven Betzalel para que realizara toda clase de trabajos artesanales.

En los libros históricos muchas ocasiones se dice que el espíritu descendió sobre los caudillos para que condujeran al pueblo a la victoria; como ejemplo, en la época de los jueces están Gedeón (cfr. Jue 6,34), Jefté, Sansón y el rey Saúl. En la medida que ganó importancia el ministerio de los profetas, también se nos narra que Dios envió su espíritu sobre varios de ellos, por ejemplo, sobre Zacarías (2Cro 24,20), sobre Ezequiel (Ez 11,5).

La imagen que nosotros vemos en el encuentro entre la virgen María y Santa Isabel nos recuerda bastante la alegría de María, hermana de Moisés y Aarón, después de pasar el mar Rojo (Ex 15,30-31), o Ana al presentar a su hijo Samuel al Templo (1S 2,1-10). Las palabras de Isabel son, por una parte, un mensaje profético y por otra una alabanza que le confirma a la Virgen María que se cumplirá aquello que Dios le ha anunciado y ella ha creído.

A unos cuantos días de la celebración de la Navidad vale la pena valorar que la presencia del Espíritu de Dios ha llevado adelante la historia, no solamente en nuestros tiempos, sino desde el Antiguo Testamento también.

Mons. Salvador Martínez

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