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COLUMNA

Convicciones

La esperanza cristiana

"La esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre. La esperanza no defrauda”.

5 enero, 2025
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Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político. 

El cristianismo tiene 2400 millones de fieles en el mundo, que sigue siendo la religión con más integrantes, que ahora representan el 32% de la población mundial. En los próximos años el Islam va a superar al cristianismo en el número de creyentes.  

De ese total, los católicos son 1200 millones, que representa el 50% de los cristianos en el mundo, el protestantismo, con muy diversas denominaciones, el 22%, y las distintas iglesias ortodoxas el 12%. El restante 16% son una multiplicidad de grupos minoritarios como los mormones o los fieles de la Luz del Mundo.

Hoy día un tema fundamental en la discusión al interior del cristianismo, muy particularmente dentro de la Iglesia católica, es cómo entender en el mundo de hoy – convulso y lleno de conflictos-  la virtud teologal de la esperanza.

Desde la filosofía y la teología, algunos especialistas, reflexionan sobre el concepto, y otros lo abordan a partir de la dimensión del trabajo pastoral. El papa también ha entrado al tema en algunas de sus homilías.

Y en su mensaje de la misa del pasado 24 de diciembre dijo que Dios es la esperanza de los cristianos:  “El infinitamente grande se hizo pequeño” y “en la pequeñez de un Niño (…) la esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre. La esperanza no defrauda”.

“En esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti! Hay esperanza para cada uno de nosotros. Pero no se olviden, hermanas y hermanos, que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. No se olviden de esto, que es un modo de entender la esperanza en el Señor”.

Para un cristiano una de sus tareas es “traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida. Porque la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime’, dice el papa.

Y añade que “esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia”.

“La esperanza, afirma el papa, no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad, y no sólo, también a través de nuestra compasión”.

Y termina “la esperanza cristiana es precisamente ese “algo más” que nos impulsa a movernos “rápidamente”. A nosotros, discípulos del Señor, se nos pide, en efecto, que hallemos en Él nuestra mayor esperanza, para luego llevarla sin tardanza, como peregrinos de luz en las tinieblas del mundo”. La discusión sobre el significado de la esperanza cristiana en le mundo de hoy habrá de seguir.


Autor

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.