Durango: Tributo a los mártires
Los jesuitas Trabajaron con el método misional que implicaba la evangelización, educación y el desarrollo económico
Éste seis de septiembre hice una visita a Santa Catarina de Tepehuanes y a Santiago Papasquiaro, Durango, para rendir homenaje, también para orar, a los ocho jesuitas asesinados del 16 al 19 de noviembre de 1616 en la rebelión de indígenas tepehuanes que estalla en ese entonces.
El padre jesuita Gerónimo Ramírez funda en 1596 la misión de Santa Catalina Tepehuanes y en 1597, la misión de Santiago Papasquiaro. Visité las iglesias, que conservan partes de las construcciones originales. Han sufrido muchas intervenciones. Se mantienen en buen estado.
En ellas recordé el trabajo misional de los jesuitas en el norte de México y en particular en lo que fue la Nueva Vizcaya territorio en el que los jesuitas empezaron a trabajar desde finales del siglo XVI. Desde aquí avanzaron hacia Sinaloa y Chihuahua.
En estas mismas páginas he publicado reseñas biográficas de estos ocho jesuitas personajes extraordinarios de su tiempo. Trabajaron con el método misional de los jesuitas que implicaba la evangelización, pero también la educación y el desarrollo económico y social.
La rebelión tepehuana duró cuatro días y fue sofocada por las autoridades coloniales el 20 de noviembre de 1616, pero la situación de tensión se mantuvo por décadas. A pesar de la situación, los jesuitas no abandonaron el trabajo misional y de inmediato volvieron a levantar los sitios destruidos. Los ochos jesuitas asesinados son:
El 16 de noviembre el padre Hernando de Tovar (1581-1616) en Santa Catarina de Tepehuanes cuando regresaba de Culiacán, su ciudad natal.
El 17 de noviembre los padres Bernardo de Cisneros (1582-1626) y Diego de Orozco (1588-1616) en Santiago Papasquiaro.
El 18 de noviembre los padres Luis Álvarez (1589-1616) y Juan del Valle (1576-1616) en San Ignacio del Zape.
El 19 de noviembre los padres Jerónimo Montana (1575) y Joan Font (1574-1616) poco antes de llegar a San Ignacio del Zape.
El 19 de noviembre el padre Hernando de Santarén (1567-1616) en Tenerape cerca de Santiago Papasquiaro.
Semanas después de que las autoridades controlan el levantamiento de los tepehuanes se recuperan los cuerpos de los jesuitas asesinados y dice el historiador duranguense Anastacio Saravia, que los restos fueron llevados a Guadiana, la capital de la Nueva Vizcaya, por el gobernador Gaspar de Alvear.
El padre jesuita Francisco Xavier Alegre, el historiador y humanista mexicano del siglo XVIII, señala que éste los entrega en la hacienda de La Sauceda al rector del colegio de la Compañía de Jesús en Guadiana, la hoy Durango. Al llegar a las inmediaciones de la ciudad fueron depositados en una carroza, para seguir con su traslado.
Los franciscanos del convento de San Francisco, continúa Saravia, solicitaron que en su iglesia se depositaran los cuerpos mientras se pasaban con honor al templo de los jesuitas el día de santo Tomás de Aquino, el 28 de enero de 1617.
En esa ocasión los cuerpos los jesuitas, acompañados por la población y ciento cincuenta soldados, fueron llevados a hombros, cubiertos de telas y bordados, hasta la iglesia de la Compañía de Jesús. Terminada la misa se procedió al entierro, en un altar colateral al lado del Evangelio, dedicado a san Ignacio.
En la población del estado se conoce muy poco del trabajo misional de los jesuitas, que realizaron desde finales del siglo XVI hasta la expulsión de la Nueva España por la corona española en 1767. Son 170 años. Y tampoco se conoce la historia de estos mártires.
Me sorprende que en las iglesias de Santa Catarina de Tepehuanes y en Santiago Papasquiaro, lugares fundados por los jesuitas, no haya ninguna referencia a los sacerdotes que ahí fueron asesinados en noviembre de 1616.
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