Este 30 de septiembre termina uno de los sexenios más controvertidos de nuestra historia reciente debido al estilo y a las acciones realizadas por quien ocupó la Presidencia de la República. Su estilo populista, alabando siempre al “pueblo sabio” y jurando que sólo a él se debía, contrasta con su decisión de encerrarse en un palacio a “piedra y lodo”, rodeado de vallas, de aduladores y elementos policiacos donde nunca se podía acercar ese pueblo al que decía estar dedicado.
Las pocas veces que salía llegaba a las bases militares más cercanas por aviones y helicópteros, y ni siquiera en los desastres naturales, que tanto afectaron a la gente más necesitada, se hizo presente ‘para que nadie dañara su investidura presidencial’, según decía.
Las acciones realizadas siempre fueron en contra de ese pueblo al que decía servir: acabar con el sistema del seguro popular, que dejó fuera del servicio médico gratuito, de un plumazo, a treinta millones de mexicanos entre los más pobres. Acabó con las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo, los refugios para mujeres violentadas, todo ello afectando a las familias más humildes y, especialmente a las madres trabajadoras.
Sin atender las graves implicaciones de la pandemia del Covid-19 dejó a su suerte a los pequeños comerciantes que se fueron a la quiebra y descuidó la atención médica oportuna para todos, convirtiendo a nuestro país en el que tuvo mayor mortandad en el mundo, incluyendo a médicos y enfermeras.
Dedicado a sus tres o cuatro obras “faraónicas”; es decir, aparentemente grandiosas pero inútiles, abandonó el desarrollo armónico del país con su famosa austeridad republicana, quedando en el olvido la educación, la infraestructura nacional, la promoción de las inversiones públicas y privadas, la seguridad y el estado de derecho, el combate a la extorsión, a la corrupción y al crimen organizado.
“Ya no nos alcanzan los abrazos para cubrir los balazos”, dijo un memorable sacerdote jesuita ante la violencia criminal que ha bañado de sangre el país entero ante la indiferencia e indolencia de este falso profeta que ha ocupado la Presidencia de la República.
Especialista en destruir, ha dado su golpe final pasando por encima de las leyes electorales durante el proceso de este 2024, para imponer a sus candidatos, utilizando recursos humanos y económicos del Estado, torciendo la voluntad popular incluso el día de las elecciones, y más todavía, imponiendo mayorías ficticias en el Congreso para poner en crisis la democracia, la división de poderes, el Estado de derecho y la autonomía del Poder Judicial.
Deja a una sociedad profundamente dividida entre las filias y las fobias, derramando recursos en sus políticas sociales a los más fieles y derramando insultos a sus “adversarios”.
Se abre un nuevo capítulo de esperanza para que en este México dividido y agraviado encontremos caminos de reconciliación como ciudadanos y reconstruyamos juntos, con justicia y fraternidad, el futuro esta gran nación. Como Iglesia, como creyentes, nuestra propuesta es reconstruir la paz entre hermanos y la justicia para todos.
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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