El Pacto Educativo en México
En septiembre de 2019, el Papa Francisco nos pidió comprometernos con un Pacto Educativo Global. La propuesta quedó congelada por la pandemia,pero recién ha sido retomada por la necesidad mundial de orientar la educación de las nuevas generaciones. En el Mensaje de lanzamiento del Pacto, el Papa recordó un proverbio africano que expresa que “para […]
Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.
En septiembre de 2019, el Papa Francisco nos pidió comprometernos con un Pacto Educativo Global. La propuesta quedó congelada por la pandemia,pero recién ha sido retomada por la necesidad mundial de orientar la educación de las nuevas generaciones.
En el Mensaje de lanzamiento del Pacto, el Papa recordó un proverbio africano que expresa que “para educar a un niño, se necesita una aldea entera”. Así es, la educación en cualquier sociedad y periodo histórico, es compromiso de todos, y comienza de manera natural en la familia: mamá y papá tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos, y desde allí se comienza a tejer toda una interrelación
social que permite comunicar lo mejor de una cultura a las nuevas generaciones, incluyendo las expresiones sapienciales, religiosas, artísticas, científicas, deportivas y mil elementos más.
Hoy, dice el Papa, aquella pequeña aldea africana se ha convertido en una aldea global, donde debemos encontrar una solidaridad universal para realizar juntos nuestra tarea educativa: tengamos la valentía de poner a la persona en el centro, dedicar nuestras energías con creatividad y responsabilidad, y formar a cada persona, respetando su dignidad humana y en apertura al servicio de los demás.
Lo que hoy vivimos en México, en el campo educativo, es todo lo contrario: el gobierno desarrolla una propuesta educativa que hace a un lado a los padres de familia y a otros actores importantes, como los maestros, arrogándose el derecho de decidir el rumbo de la educación, sin consensos ni participación social, haciendo a un lado a la persona para poner en su lugar una ideología que deforma la comprensión del ser humano y cierra sus horizontes de trascendencia y de espiritualidad. En lugar de la “aldea entera” nos encontramos con un grupo pequeño que se ha apropiado del derecho de educar que corresponde a las familias y a la sociedad.
Hace falta levantar la voz a tiempo y corregir con decisión lo que puede provocar un daño irreparable en la conciencia y la mente de los más pequeños de nuestro México.