El 2 de octubre de 1968 no se olvida
Ante la incapacidad de diálogo, la represión y las balas acabaron con la vida de muchos jóvenes mexicanos.
Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.
Los agravios históricos se deben tener presentes para que no vuelvan a suceder, especialmente cuando se trata de atropellos de la autoridad contra la población en circunstancias de clara agresión criminal, como sucedió el 2 de octubre de 1968 en México. Ante la incapacidad de diálogo, la represión y las balas acabaron con la vida de muchos jóvenes mexicanos.
El recuerdo de la historia no nos debe llevar a pasar por alto lo que sucede en nuestros días, como la guerra absurda que se está llevando a cabo por la invasión de Rusia a Ucrania, a causa de una ambición
desmedida e injustificada del Presidente ruso. Esta agresión ha sido repudiada tajantemente casi por la totalidad de los países, menos por algunos gobiernos dictatoriales o con tendencias autoritarias como el de nuestro país. Para mayor agravio, el Presidente de México invitó al desfile militar a un contingente del ejército ruso, mostrando su falta de sensibilidad ante las tragedias humanas y su falta de respeto al pueblo ucraniano y mexicano.
Aquí mismo, no debemos olvidar la insensibilidad e irresponsabilidad del Jefe del Ejecutivo de México ante las más de 165,000 víctimas asesinadas por la violencia criminal que se niega a combatir con toda la fuerza del Estado, igualmente ante las tragedias de los miles de migrantes vejados en su recorrido por nuestro territorio, incluidos los que murieron calcinados en una Estación Migratoria, los miles de niños, mujeres y demás enfermos que han muerto por la deficiente atención médica a causa de la pésima gestión que ha tenido durante su gobierno. La lista de agravios es muy grande, pero las mentiras, repetidas por el Presidente, una y otra vez, son más: ‘vamos muy bien’, ‘todo está bien’, ‘el país está en paz’. Una mentira, nunca será verdad, tarde o temprano sale a la luz del día y de la justicia.
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P. Mario Ángel Flores Ramos es Director de la Doctrina de la Fe en el Arzobispado de México; Director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Miembro de la Comisión Teológica Internacional que asesora al Papa y Consultor del Dicasterio para la Cultura y la Educación en la Curia Romana.
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