Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 2 de febrero 2025: Presentación del Señor
Dos ancianos representan toda la tradición de Israel. El pasado, lleno de esperanza. Que ahora se resuelve en la presencia del Niño, entrando al templo de Jerusalén.
Lecturas y Evangelio del 26 de enero de 2025
- Primera Lectura: Lectura del libro de Malaquías (3, 1-4)
- Salmo: 23, 7. 8. 9. 10
- Segunda Lectura: Lectura de la carta a los Hebreos (2, 14-18)
- Evangelio del día: Evangelio según San Lucas (2, 22-40)
- Comentario al Evangelio
Primera Lectura
Lectura del libro de Malaquías 3, 1-4
Esto dice el Señor Dios:
«Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo. ¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño».
Palabra de Dios.
Salmo
Salmo 23, 7. 8. 9. 10
/R/. El Señor, Dios del universo, Él es el Rey de la gloria
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. /R/.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso,
el Señor, valeroso en la batalla. /R/.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. /R/.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria. /R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18
Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.
Palabra de Dios.
Evangelio del día 2 de febrero 2025
Lectura del santo evangelio según San Lucas (2, 22-40)
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
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Comentario al Evangelio
Dos ancianos representan toda la tradición de Israel. El pasado, lleno de esperanza. Que ahora se resuelve en la presencia del Niño, entrando al templo de Jerusalén. Se ha llegado al cumplimiento, y ahora empieza la nueva historia. La definitiva. Aún conoce la esperanza del crecimiento. El Niño debe crecer y fortalecerse, llenándose de sabiduría. La gracia de Dios estaría con Él. Pero ya ha llegado.
La novedad no anula el pasado. Las tradiciones tienen su sentido en cuanto han apuntado a esta presencia. Ciertamente ahora deben reconocerla, abrirse a su misterio. No pueden quedar instaladas en el ayer, porque para eso ha venido: para develar y realizar el designio de Dios. Pero lo más importante ahora es mirar al futuro. El futuro que inicia aquel paso familiar. María, José y el Niño en el mismo templo en el que Jesús permanecerá una década después, ocupándose de las cosas de su Padre. El mismo templo que habrá de purificar en su ministerio público, expulsando a los vendedores y enseñándolo en él. El mismo en el que alabará la limosna de la pobre viuda. El mismo templo del que Él inaugurará la versión última, en su propio cuerpo.
Lleno del Espíritu, Simeón adelanta la obra que el Niño habrá de cumplir. Jesús es el Salvador. El preparado en Israel, portador de la gloria divina. Pero también aquel cuya obra alcanza a todos los pueblos, la luz que ilumina a todas las naciones. La sencillez del episodio contiene, sin embargo, toda la intensidad y amplitud del proyecto divino. Ahí está todo concentrado, aunque todavía no despliegue su alcance. El anciano que ha perdido la energía no ha perdido la lucidez, y por ello, tampoco la esperanza. Puede, además, profetizar el drama de la pasión, anunciando el signo de contradicción que aquel Niño constituiría, y la espada que atravesaría el alma de la madre. La cruz se dibuja ya, pero también la Resurrección. Y, como primicia, la ofrenda se recibe, desde los albores de la historia humana del Hijo de Dios.
También nosotros caminamos en la esperanza, entre la asunción responsable de la tradición y el horizonte pleno de la salvación, en el presente que se nos confía como tarea, en el que el Niño ya está presente, con su luz y su inocencia. Y el inquietante signo de su mirada nos interpela. A acogerlo, a reconocerlo, a adorarlo. A hacernos cargo de nuestro tiempo y de nuestro peregrinar.