Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? (Lc. 6, 27-34).
En una asamblea pública de drogadictos un ponente hablaba de que su vida era totalmente ilógica. Había nacido en una familia disfuncional, era lógico que fuera muy infeliz y esto lo llevó a la depresión y a quererla solucionar, lógicamente con el consumo de drogas que lo hacían sentir bien.
Por su consumo desmedido, lógicamente se hizo antisocial, robaba con violencia, lo metieron a la cárcel, etc. Hasta el día en que Cristo le salió al encuentro y le ofreció su amistad. Fue a través de un grupo, fue acompañado por un padrino y la lógica a partir de Cristo se rompió totalmente.
Ya no murió, como era lógico, ya no siguió siendo un ser antisocial, raterillo y miembro asiduo de la cárcel, como era de esperarse, el proceso de enfermedades que había adquirido, ¡Vaya sorpresa!, se detuvo. A partir de la sanación y la transformación totalmente ilógica que operó Dios en él, aprendió que su vida sería tan valiosa cuanto ayudara a otros a pasar de su situación “lógica” de muerte a esta nueva situación ilógica que había entrado en su vida.
En el evangelio de hoy, Jesús nos habla precisamente de esto, es ilógico que perdone al que me ofendió, pero desde el evangelio hacer el bien a quien me hizo el mal, hablar bien de quien me calumnió y bendecir al que me maldijo es lo extraordinario, lo ilógico que rompe la lógica destructiva del pecado.
Para Jesús era una convicción fundamental que la salvación no era cuestión de filosofía, de discusiones teóricas, sino de un estilo de vida extraordinario para los parámetros de este mundo. Si en un momento dado hemos pensado que se puede ser cristiano sometiéndonos a la lógica de este mundo estamos muy equivocados.
La lógica del Señor es que decida personalmente hacer cosas ilógicas distintas a las que acostumbro, porque estos modos de ser me llevarán “lógicamente” a la muerte. Aquel ponente de la asamblea de drogos tenía razón, desde que encontró a Cristo, su vida se volvió totalmente ilógica, pero gracias a eso la salvó y se convirtió en colaborador de la salvación de muchos otros.
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